Buenos días querido lector:
¡He aquí las tres partes, las dos anteriores y la nueva de hoy que es estreno, junto con sus dos vídeos mientras creo el tercero!
¿Por qué Salazar¿ ¿Por qué yo?
Su historia. Mi historia
Esta es la historia que te quería contar:
Mi historia; la de Salazar.
¿Por qué yo?
¿Por qué Salazar?
¿Por qué “El abogado de las brujas”?
Esta es la pregunta que le enseñan a hacer a todo
historiador ¿Por qué? Causa y consecuencia.
Esto está también basado en hechos reales, en como dos
personas de siglos distintos se encuentran, se conocen casualidad (¿o no?) y a partir de ahí son
inseparables, no pueden vivir el uno sin el otro; se irán encontrando con el
paso de los años como ironía de lo casual y el destino.
Todo empieza en una fría y húmeda universidad, pequeña pero
atiborrada de estudiantes que van y vienen; cargados de libros, exámenes y un
sinfín de trabajos que había que entregar en fechas imposibles.
En ese amasijo de estudiantes aún sin titular había una
joven que estaba en su segundo curso de Historia. Ella también debía hacer
trabajos como si de una maratón se tratase. Así que de la larga lista escogió
uno que cumplía con los suficientes requisitos a su juicio:
·
Estaba libre.
·
Le llamaba la atención más que otros temas más
bien aburridetes y tediosos.
De modo que escogió a la ligera y a lo caprichoso. A la
ligera eligió cambiar el rumbo de su vida.
Lo siguiente que podemos ver es a una chica encerrada en su
habitación con un ordenador y un reguero de libros en el suelo y en la cama un
tanto extraños. Su madre se asomaba por la puerta y se preguntaba si su niña
estudiaba historia o esoterismo.
Brujas por allá, demonios por aquí.
La Inquisición a la izquierda de la hechicería y aplastada
por obsoletos manuales de aquelarres y torturas.
¿Estaba investigando para Historia Moderna o para el Cuarto
Milenio?
La aspirante a aprobar el curso a pesar de toda adversidad
logró finalizar su trabajo, exponerlo y sacar sus exámenes. Eso anunciaba la
llegada del glorioso verano para descansar y ponerse morena.
Sin embargo, algo la reconcomía, le causaba fiebre y dolor
de cabeza; no la dejaba relajarse o desconectar.
Extrañamente, ahí (enterrado bajo pilas de trabajos que ya
ni recordaba) un curioso caso le venía a su mente y no la dejaba soñar con otra
cosa.
Salazar Frías se le colaba en sus pensamientos.
Aquel extraño personaje, que había conocido en un viejo
libro amarillento y rancio, tenía vida propia. Lograba salir del tercer piso de
la biblioteca (y del siglo XVII) e ir a buscarla.
Así que volvió a la biblioteca en vez de irse a la playa.
Llegó por primera vez sin prisas ( sin tener que sacar diez libros de lecturita
para dos días) y fue derecha al estante, pues aún siendo alumna ya se sabía de
memoria la planta de Historia. Cogió el libro y leyó tranquilamente el extraño
caso del Abogado de las brujas.
Y sin ni si quisiera pensarlo,
lo decidió
Dio paso a un verano diferente y… atípico
La playa con un helado en la mano fue sustituido por un
ordenador y un abanico. Durante dos meses una joven de diecinueve años se
dedicó en cuerpo y alma a seguir investigando y escribiendo el extraño caso de
las brujas de Zugarramurdi.
¿Y cómo es que una chica no aprovechaba sus meses de
descanso y se enfrascaba en una carrera a contrarreloj?
No era una obsesión, es que no tenía opción.
Si deseaba escribir el relato debía hacerlo antes que
comenzara el curso y ya no tendría tiempo para escribir otra cosa que
comentarios históricos y exámenes. Aquella trepidante y asombrosa historia le
había calado en el alma.
Y lo peor
¡Ahora no salía!
Si señores, Salazar de Frías no salía de su cabeza; si no la
escribía, temía que la sombra del personaje se le quedara tan hondo que la
terminara ahogándola.
Debía dar a conocer quién fue el Abogado de las brujas, qué
pasó en Zugarramurdi y todos los pueblos vecinos del norte, qué decidieron los
inquisidores hacer para acabar con el caos brujeril…todo. Así ella se quedaría
en paz y habría cumplido con su parte, como si de un pacto se tratase entre una
estudiante del siglo XXI y un inquisidor del siglo XVII.
Así escribía su historia en una novela basada en hechos
reales con unas pinceladas de fantasía y magia. Los personajes muertes en
archivos inquisitoriales cobraban aliento y voz en sus palabras.
Hasta que terminó. Tras dos meses intensos.
Respiró hondo, Salazar debía estar satisfecho: había acabado
a tiempo. Ahora podría estudiar tranquila su tercer curso, aunque echaría de menos
a aquel extraordinario personaje.
…o eso creía.
Pasaron unos meses…
Totalmente, tranquila, estudiando. Los días eran rutinas
agradables y apacibles: biblioteca por la mañana, clase por la tarde y a la
noche siempre era mejor adelantar algo de tarea después de la cena.
Tenía una novela flamante en la novela que aún olía a recién
hecha como los bizcochos aún calientes y crujientes en su corteza pero blandos
por dentro. Así estaba el libro en su ordenador.
¿Qué haría con él?
Si deseaba dar a conocer la increíble historia de Salazar
morirse en la solitaria computadora no era una opción. Obviamente había que
editarlo.
¡Qué fácil de decir y que complicado de hacer! Tendría que
buscar editoriales a ver si, por cual extraño milagro, alguna le interesaba una
escritora novel de tantísimos que debería de haber.
Su madre llevaba leyendo la novela desde que la terminó en
verano y se había pasado unos meses escudriñándola para criticarla, revisarla y
corregir aquello que se debiera para mejorar la comprensión y deleite de la
obra.
¡Y menos mal que lo hizo! ¡Cuántas cosas se cambiaron!
¡Ufffffff! Juventud esta que con las prisas se saltan mil detalles, menos mal
que las madres están siempre para salvar la situación…
En aquel otoño del tercer curso andaba ella atorrollada
haciéndose una lista de editoriales, preguntándose si alguna respondería.
Un amigo le saltó del chat pero en ese momento a ella no le
apetecía nada hablar ¡estaba ocupada! A ver quién le decía a un inquisidor del
siglo XVII que no estaba haciendo nada por estar de chateo. De modo que le dijo
claramente al amigo que andaba liada buscando editoriales.
Casualidades tramadas por el destino que el tal amigo tenía
otro amigo que trabajaba en una editorial. Era justo la puerta que necesitaba:
que fuera un trabajador desde dentro que la presentase y no otro manuscrito
llegado por correo de miles.
He aquí el milagro, gracias a dos hombres y una madre.
En resumidas cuentas, aquel hombre respondió a su correo y
solicitud, recogió su novela y la presentó a la editorial y…
Fue admitida, sería publicada, en papel.
La sombra de Salazar se marcharía satisfecha. O eso volvió a
pensar ella.
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(Aún queda lo mejor)
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