Buenos días querido lector:
Como prometí, la cuarta parte de la Sombra Ignorada:
-¿Tú
quieres resolver casos?- inquirió.
-Si-.
-¿Cueste
lo que cueste?-insistió.
-Si-.
-Ten
en cuenta que esto no es “El comisario” “CSI” o cualquier serie de televisión-
persistió.
-Ya
sé que de momento no trabajaré independiente, ni que el mérito será mío y que
estaré subordinada pero pienso hacerlo- aseguré.
-Este
centro no es como los demás- me recordó.
-Por
eso quise venir aquí- reiteré.
-La
eficacia tiene sus consecuencias, más trabajo, mayor dureza, información mucho
más confidencial…- empezó a enumerar.
-Que
si, si a todo- atajé.
-Bien,
entonces tu supervisor será David- dictaminó. Maca se quedó algo confusa.
-Santi…
es que sabes que David, bueno, que es el último que se incorporó, tiene menos
experiencia y…no está tan preparado para esto- concluyó mirando al jefe
directamente como si quisiera decirle algo más con la mirada sin que yo me
enterase.
-No
me importa no aprender del mejor- argumenté yo.
-Entonces
todo arreglado- zanjó el director.
-Santi…-.
-¡Ya
lo sé, Maca! Por eso, si él no da la talla y ella si, entonces que ocupe su
puesto y pedimos otro que ocupe el puesto actual de Elisa y que sólo se dedique al papeleo- concluyó.
-Bueno,
si es así…- se resignó ella.
Me
quedé consternada, ya sabes, un rápido ascenso que bien me vendría para mi
insensata ambición, pero por otro lado no me había parecido que el chico no
diese la talla.
Íbamos
a salir cuando entró inesperadamente un hombre alterado.
-¿Qué
haces aquí, Álvaro?- quiso saber el jefe, molesto.
-Volver
aquí ¡¿qué va a ser?!- vociferó.
-Pues
me temo que no, de hecho te presento a tu suplente, El…-.
-¿Una
novata? ¿Ésa es quien me sustituye? Llevo aquí diez años, sirviendo lo mejor
que pude y lo hice bien- añadió elevando cada vez más la voz.
Seguro
que en mi cara se leía “pues esta novata está ahora aquí y tú no”.
-Todos
sabemos por qué lo hiciste bien, Álvaro…-.
-Y
usted también- acusó.
-A
ti se te subió a la cabeza y te pasaste de listo- le recordó, observando mejor
su cara le reconocí, había llegado a tener gran reconocimiento por el gran
número de casos que ha resuelto. Llegó a salir en las noticias un par de veces.
-Puedes
resolver casos en tu nuevo destino-opinó Maca.
-Tú
no te metas, verás cuando a ti te echen también- le amenazó.
-Deja
la arrogancia o te seguirá hundiendo- aconsejó ella, no dándose por aludida.
-No
voy a dejarlo así como así- aseguró, -y tú ándate con ojo o el buitre te tendrá
a su merced- me espetó, miré a Santiago,
desconcertada.
Por
supuesto, seguía sin entender nada.
Un
avaricioso que seguía queriendo estar unido al cuerpo de élite, interpreté y
quise no darle más importancia. No obstante, pensé que debía sujetar un poco
mis ganas de triunfar y que tenía por lo menos avisar a David de lo que había
decidido Santiago.
Era
impulsiva e ingenua pero no mala gente, no sé como lo verás tú.
A
David y a mí nos asignaron un caso de suicidio, teníamos que asegurarnos de que
había sido eso y no un asesinato disimulado. A Julián y a Maca le dieron otro
más importante.
Seguro
que ya se te ha pasado por la cabeza, como estaba yo uno sencillito, no vaya a
ser que me agobie.
-Bueno,
aquí fue la habitación dónde se colgó, ahí encontró el cuerpo su hija, llevaba
muerto dos días. Enrique debe estar haciéndole la autopsia ahora mismo, lo
solicitó su hija, que no quiere reconocer que su padre se halla suicidado-
comentaba David mientras empezaba a analizar la habitación minuciosamente.
-Si
lo dice será por algo- apunté yo, dirigiéndome al cuarto de baño.
-Psss,
los vecinos dicen que llevaba dos años con fuertes depresiones y que no salía
de casa- informó.
-Será
verdad, en el armarito hay varios botes de pastilla para la depresión- señalé,
inspeccionándolos.
-Aquí
está la nota de suicidio… todo parece normal- opinó al leerla. Me acerqué a
verla y la leí, era básicamente una despedida. Se me hizo un nudo en el
estómago al leerla, así que agradecí que ya se hubieran llevado el cuerpo antes
de nosotros llegar. (Esto lo admito ahora).
-Mira,
¿no te parece marcas de haber habido gotas?- le pregunté, fijándome en el
escritorio, que tenía una capa de polvo de no haber sido muy limpio el hombre.
-Seguramente
lágrimas, en la hoja se tuvo que haber secado. No es nada extraño- consideró,
quitándole importancia pero sonriendo al ver que me había percatado.
-¿Crees
que esa era su letra normal?- inquirí, él vio por donde iba y buscó en el
escritorio, encontró su agenda, la abrió y comparó.
-Pues
no, la de la nota está mucho más alterada y con mala caligrafía, aunque
sabiendo que iba a morir no deja de ser extraño- medité.
-No
creas, para suicidarse hay que estar muy desesperado, es el último recurso y se
necesita valor, con lo que lleva a mucha premeditación, en el momento de
hacerlo se supone que ya lo tienes asumido- me explicó pero sin retintín de “ve
aprendiendo”, cosa que no le faltaba a Julián cada vez que se dirigía a mí.
–Sigamos buscando y hay que hablar con la hija- decidió.
Dos
horas después nos encontrábamos en una cafetería tomando algo (él insistió y no
sería yo quien me negara). Yo repasaba las notas cogidas de lo que nos habló la
hija: al hombre se le había muerto su mujer e hijo pequeño en un accidente de
tráfico y poco después perdió el trabajo, pero su hija afirmaba que su padre le
había confesado que ya sólo vivía para cuidarla a ella, ya que su ex-marido la acosa continuamente, el
padre no quería fallarle a su último ser querido, su hija, en el accidente de tráfico se echaba la culpa el
hombre por haberse quedado dormido.
Sólo
teníamos las palabras de su hija y la nota de suicidio. Lo que era igual a no
tener nada ya que Enrique nos había llamado diciendo que en el cuerpo no halló
nada extraño.
-Esto
está en un callejón sin salida- concluí.
-Eso
parece- apoyó, sacando un cigarrito, se lo arrebaté de la boca.
¿Prefieres relatos más largos divididos en partes o los cortes de una sola parte?
Atentamente,
Elena Rojas
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