Lo prometido, he aquí la historia de un sacerdote que exorcizó a cientos de personas y afirmaba curar ciegos, cojos y tullidos. Era seguido por multitudes y no dejaba indiferente a nadie.
En un pequeño pueblo del norte de Italia, llamado Santena,
va a ser testigo de las andanzas de Gian Battista Chiesa.
Este vicario será tal su lucha contra Satanás, que empezó a
practicar exorcismos y curaciones de forma indiscriminada; creando el caos y el
terror allá por donde él veía la presencia del demonio. Tal fue así que incluso
llegó a practicar exorcismos en masa, teniendo al pueblo encolerizado y las
autoridades eran incapaces de controlar a la masa .
Parad un momento y tratad de imaginar la escena a finales
del siglo XVII, donde la creencia en Dios y el diablo es muchísimo más fuerte.
En que el pueblo en su mayoría es analfabeto y el guía es el sacerdote, y éste
está diciendo que casi todos están poseídos por el demonio.
Ante semejante descontrol, el arzobispado de Turín tuvo que
actuar, se le ordenó abandonar el pueblo y venir a la ciudad; así como la
prohibición de realizar exorcismos sin autorización del mismísimo arzobispo.
Lo que el arzobispo no se esperaba es que, el 13 de julio de
1697, llegara Chiesa a caballo con toda una comitiva de fieles seguidores,
creyentes de haber sido salvados por el sacerdote. Llamó la atención que todo
los adeptos resultaban ser lisiados (lo cual no es extraño, pues se trataba de
personas vulnerables, marginadas por la sociedad y condenadas a ser mendigos
por su minusvalía).
Si justo el arzobispado deseaba silencio y vuelta a la
normalidad después del revuelo causado por el exorcista, aún no habían
conseguido callarle.
Sin embargo, tras un intenso interrogatorio, Chiesa se vio
obligado a retractarse y pedir perdón si deseaba seguir ejerciendo como cura en
su pueblo, además de prometer no volver a practicar exorcismos
indiscriminadamente.
En principio se acabó el asunto y Chiesa fue declarado como “pobre
párraco de pueblo completamente ignorante” cuando se envía la carta a la
Sagrada Congregación del Santo Oficio de Roma desde el arzobispado de Turín.
¿Pero acaso Chiesa volvió?
Ya les adelanto que no. ¡Desde el día siguiente volvió a
hacer de las suyas!
El 17 de julio ya estaba el sacerdote en Carmagnola
exorcizando a doce personas. Tres días después se encontraba en Vinovo y, entre
los meses de julio y agosto, practica entre seis y dieciocho curaciones al día
ante la multitud de sus seguidores.
¿Realmente veía tanto enfermo y endemoniado o lo hacía para
ganarse a su público cual mago ante espectadores?
El 16 de agosto es detenido de forma un tanto clandestina y
secreta. La multitud esta vez no le siguió y ya, tras esta detención, no
aparece más libre en los archivos.
Se sabe que fue procesado a partir del 16 de noviembre, el
reverendo Francesco Leonetti y el canónigo Basso empezaron a investigar la
veracidad de las curaciones de Chiesa. Largo proceso, pues se interrogaron a
los implicados y, simplemente entre el 29 de junio al 15 de agosto de 1697,
había exorcizado a 539 personas. Que fue de él no se aclara expresamente, ni siquiera
se recoge que estuviera encarcelado durante el proceso, solamente aparece una
pena de 100 liras. Por lo tanto se deduce que fuera puesto en libertad pero sin
ejercer el sacerdocio, pues su firma no volvió a aparecer en los registros
parroquiales .
Si, es justo la antítesis de Salazar. ¿Te gusta este tipo de artículos?
Para quien guste de leerlo de principio a fin, para quien se perdió una parte, para quien esperó a tener la historia completa, para quién se acaba de incorporar y ni sabe de qué estoy hablando. Sencillamente, para ti. El relato completo con sus videos para disfrutar
(y esta tarde el Exorcista Piamontés)
¿Por qué Salazar¿ ¿Por qué yo?
Su historia. Mi historia
Esta es la historia que te quería contar:
Mi historia; la de Salazar.
¿Por qué yo?
¿Por qué Salazar?
¿Por qué “El abogado de las brujas”?
Esta es la pregunta que le enseñan a hacer a todo historiador ¿Por qué? Causa y consecuencia.
Esto está también basado en hechos reales, en como dos personas de siglos distintos se encuentran, se conocen casualidad (¿o no?) y a partir de ahí son inseparables, no pueden vivir el uno sin el otro; se irán encontrando con el paso de los años como ironía de lo casual y el destino.
Todo empieza en una fría y húmeda universidad, pequeña pero atiborrada de estudiantes que van y vienen; cargados de libros, exámenes y un sinfín de trabajos que había que entregar en fechas imposibles.
En ese amasijo de estudiantes aún sin titular había una joven que estaba en su segundo curso de Historia. Ella también debía hacer trabajos como si de una maratón se tratase. Así que de la larga lista escogió uno que cumplía con los suficientes requisitos a su juicio:
•Estaba libre.
•Le llamaba la atención más que otros temas más bien aburridetes y tediosos.
De modo que escogió a la ligera y a lo caprichoso. A la ligera eligió cambiar el rumbo de su vida.
Lo siguiente que podemos ver es a una chica encerrada en su habitación con un ordenador y un reguero de libros en el suelo y en la cama un tanto extraños. Su madre se asomaba por la puerta y se preguntaba si su niña estudiaba historia o esoterismo.
Brujas por allá, demonios por aquí.
La Inquisición a la izquierda de la hechicería y aplastada por obsoletos manuales de aquelarres y torturas.
¿Estaba investigando para Historia Moderna o para el Cuarto Milenio?
La aspirante a aprobar el curso a pesar de toda adversidad logró finalizar su trabajo, exponerlo y sacar sus exámenes. Eso anunciaba la llegada del glorioso verano para descansar y ponerse morena.
Sin embargo, algo la reconcomía, le causaba fiebre y dolor de cabeza; no la dejaba relajarse o desconectar.
Extrañamente, ahí (enterrado bajo pilas de trabajos que ya ni recordaba) un curioso caso le venía a su mente y no la dejaba soñar con otra cosa.
Salazar Frías se le colaba en sus pensamientos.
Aquel extraño personaje, que había conocido en un viejo libro amarillento y rancio, tenía vida propia. Lograba salir del tercer piso de la biblioteca (y del siglo XVII) e ir a buscarla.
Así que volvió a la biblioteca en vez de irse a la playa. Llegó por primera vez sin prisas ( sin tener que sacar diez libros de lecturita para dos días) y fue derecha al estante, pues aún siendo alumna ya se sabía de memoria la planta de Historia. Cogió el libro y leyó tranquilamente el extraño caso del Abogado de las brujas.
Y sin ni si quisiera pensarlo, lo decidió
Dio paso a un verano diferente y… atípico
La playa con un helado en la mano fue sustituido por un ordenador y un abanico. Durante dos meses una joven de diecinueve años se dedicó en cuerpo y alma a seguir investigando y escribiendo el extraño caso de las brujas de Zugarramurdi.
¿Y cómo es que una chica no aprovechaba sus meses de descanso y se enfrascaba en una carrera a contrarreloj?
No era una obsesión, es que no tenía opción.
Si deseaba escribir el relato debía hacerlo antes que comenzara el curso y ya no tendría tiempo para escribir otra cosa que comentarios históricos y exámenes. Aquella trepidante y asombrosa historia le había calado en el alma.
Y lo peor
¡Ahora no salía!
Si señores, Salazar de Frías no salía de su cabeza; si no la escribía, temía que la sombra del personaje se le quedara tan hondo que la terminara ahogándola.
Debía dar a conocer quién fue el Abogado de las brujas, qué pasó en Zugarramurdi y todos los pueblos vecinos del norte, qué decidieron los inquisidores hacer para acabar con el caos brujeril…todo. Así ella se quedaría en paz y habría cumplido con su parte, como si de un pacto se tratase entre una estudiante del siglo XXI y un inquisidor del siglo XVII.
Así escribía su historia en una novela basada en hechos reales con unas pinceladas de fantasía y magia. Los personajes muertes en archivos inquisitoriales cobraban aliento y voz en sus palabras.
Hasta que terminó. Tras dos meses intensos.
Respiró hondo, Salazar debía estar satisfecho: había acabado a tiempo. Ahora podría estudiar tranquila su tercer curso, aunque echaría de menos a aquel extraordinario personaje.
…o eso creía.
Pasaron unos meses…
Totalmente, tranquila, estudiando. Los días eran rutinas agradables y apacibles: biblioteca por la mañana, clase por la tarde y a la noche siempre era mejor adelantar algo de tarea después de la cena.
Tenía una novela flamante en la novela que aún olía a recién hecha como los bizcochos aún calientes y crujientes en su corteza pero blandos por dentro. Así estaba el libro en su ordenador.
¿Qué haría con él?
Si deseaba dar a conocer la increíble historia de Salazar morirse en la solitaria computadora no era una opción. Obviamente había que editarlo.
¡Qué fácil de decir y que complicado de hacer! Tendría que buscar editoriales a ver si, por cual extraño milagro, alguna le interesaba una escritora novel de tantísimos que debería de haber.
Su madre llevaba leyendo la novela desde que la terminó en verano y se había pasado unos meses escudriñándola para criticarla, revisarla y corregir aquello que se debiera para mejorar la comprensión y deleite de la obra.
¡Y menos mal que lo hizo! ¡Cuántas cosas se cambiaron! ¡Ufffffff! Juventud esta que con las prisas se saltan mil detalles, menos mal que las madres están siempre para salvar la situación…
En aquel otoño del tercer curso andaba ella atorrollada haciéndose una lista de editoriales, preguntándose si alguna respondería.
Un amigo le saltó del chat pero en ese momento a ella no le apetecía nada hablar ¡estaba ocupada! A ver quién le decía a un inquisidor del siglo XVII que no estaba haciendo nada por estar de chateo. De modo que le dijo claramente al amigo que andaba liada buscando editoriales.
Casualidades tramadas por el destino que el tal amigo tenía otro amigo que trabajaba en una editorial. Era justo la puerta que necesitaba: que fuera un trabajador desde dentro que la presentase y no otro manuscrito llegado por correo de miles.
En resumidas cuentas, aquel hombre respondió a su correo y solicitud, recogió su novela y la presentó a la editorial y…
Fue admitida, sería publicada, en papel.
La sombra de Salazar se marcharía satisfecha. O eso volvió a pensar ella.
____________________________________________________________________________
Saldría al año siguiente.
Entre papeleos y preparativos había llegado el cuarto curso sin darse ni siquiera cuenta y allá por un mes de noviembre de 2010, llegaba su ejemplar de la novela impresa.
La vio. La olió. Pasó las páginas. La miraba con la misma ternura que una madre mira a su bebé: ahí estaba su obra recién nacida.
La felicidad la embriagó y le dio fuerzas para lo que se avecinaba:
Presentaciones de la novela, entrevistas, charlas, librerías, ferias y más ferias. Por si no te lo había dicho: ¡ferias!
Eran horas, paciencia, sonrisas por doquier. Agotaba pero siempre merecía la pena aunque sólo fuera por conocer nuevas personas. Habían días rotundos y absolutos, otros en que pensabas: “ya será mañana otro día”.
Eran momentos de no parar, o estaba en clase, o estudiaba o iba corriendo a algún acto de promoción. Porque por suerte las había.
Y es que tenía ayuda ¡y mucha!
El apoyo incondicional de mi familia, mis compañeros de facultad se volcaron y animaron, los profesores mostraron su sorpresa y alegría.
Lo había hecho en verano sin decir nada, no es que quisiera ocultarlo; es que todo resultó espontáneo y ella aún no sabía que tenía el privilegio de haber un especialista de la inquisición en la universidad. La muy “perspicaz” se enteró una vez escrito y publicado el libro.
Cual fue la sorpresa del profesor más duro, respetado y temido de la facultad leer la portada de un libro que tenía un pasajero del tranvía y reconocer nombre y foto de una alumna suya: y lo peor, su trabajo que presentaba a exposición iba del mismo tema; había aprovechado ya el trabajo de investigación. Así que la pilló, abordó y ayudó preparando todo para un acto.
Pero no fueron los únicos que la apoyaron, fuera del ámbito académico conoció periodistas y escritores que de buena gana se pusieron en contacto con ella. Se convirtieron en mentores y consejeros, la introdujeron en el mundo de las ferias y los actos. Conoció libreros que dejaron un espacio para ella y personas que compraban para ayudarla.
La única pena que tenía ella era no conocer cara a cara a todo aquel que compró el libro y se hizo una idea de Salazar, sin poder saber qué opinaba sobre él. Pero hubieron situaciones bastantes curiosas que le hacían reír el alma y guiñarle un ojo a Salazar.
Tras aquel intenso cuarto curso de Historia le sucedió el quinto. Aquel era el año de la finalización de la carrera, la preparación de la orla, pensar en el futuro incierto del trabajo dada la omnipresente crisis y defender el examen de idiomas oficial que ahora se exigía. Así que (con este también intenso panorama), la estudiante a punto de ser licenciada se limitó a escuchar a sus amistades y sus situaciones rocambolescas.
“El mes pasado viajé, y durante mi trayecto en tren una señora leía tu libro”.
“He enviado un ejemplar vía correo para mi amiga que vive al otro lado del charco, pues le gusta las brujas”.
“Espera, espera, tu eres la escritora, si esto, espera, yo me acuerdo del título, es que lo compré pero se lo di a mi tía y no me lo devolvió, ¿si eres no? Te pareces a la de la foto…”.
Incluso acabado la carrera, empezado a trabajar, desconectada ya de Salazar y los momentos maravillosos de cuando fue estudiante y escritora… todavía aún, se acercaba algún vecino que trabajaba enfrente suya que la conocía sin haberse hablado nunca, y era que recordaba que hace unos años se había comprado el libro, leído y vete a saber dónde estaba.
¿Era casualidades o Salazar de vez en cuando regresaba como sombra para que no le olvidara?
Casualidades, no podía aún seguirla, en su momento cumplió con el pacto extraño de una joven del siglo XXI y un inquisidor del siglo XVII.
Ay, subestimaba la tenacidad de aquel extraordinario inquisidor, claro que no eran casualidades. Y dado que aquella tozuda no se quería dar por enterada sería menos sutil con sus señales.
Vaya que si…..
Pasaron los días, cortos y estresantes.
Pasaron los meses, con prisas y el reloj gritándole ¡llegas tarde! ¡LLEGAS TARDE!
Pasaron los primeros años, entre clases y alumnos, clientes y ordenadores, exámenes y currículums.
Ella andaba entretenida todo el día. Muchos horarios, muchas horas de entrada y salida todo el día. Corría todo el día.
Así que Salazar esperaba paciente, no le iba a escuchar.
De vez en cuando su madre le recordaba que qué pasaba con la novela, si decidiría editarla de nuevo, pero ella tozuda, no tenía tiempo. Estaba centrada en las clases que debía impartir y en presentarse a exámenes de idiomas para obtener título. Le encantaba enseñar, era su pasión y sus alumnos llenaban su alma; pero también le fatigaba mucho.
Con tantas prisas, no veía ciertos detalles, ciertos mensajes sutiles.
Pasaba por la calle y no veía el letrero que decía “…Salazar y Frías: abogado” ¿Para qué iba a mirar? Ella no necesitaba ningún abogado.
Las insistencias de su madre y algunos amigos…no las oía del todo.
Encontrar su propio libro en unos estantes mientras buscaba otro de inglés…no le decía nada.
Pasar mil veces por delante del Obispado, cuyo edificio era propiedad de la antigua familia noble de los Salazar y Cologan…tampoco le decía nada.
Si ella pudiese ver la sombra del inquisidor, vería como se tiraba del cabello e imploraba a Dios con los brazos abiertos.
Pero si algo definía a Salazar, era su tenacidad y persistencia. E ideó el plan maestro para hacerla parar un momento y reflexionar.
Lo primero: ¡tenía que encontrar un empleo más sosegado!
A finales de aquel año, mientras impartía una de sus clases, recibió una llamada la joven.
Debía empezar a trabajar de inmediato en el museo.
Salazar sonrió en la sombra.
Perfecto
Uniforme, profesores a cargo de las exposiciones, compañeros, los visitantes…
Pronto aprendió sobre la historia del edificio emblemático para responder las preguntas de los turistas, a decir buenos días constantemente en varios idiomas y a indicar dónde andaba el baño (pregunta estrella por cierto).
Había días que era un hervidero de visitantes y no salía de su sala. Pero había otros en que el reloj del campanario, por mucho que avanzara, no entraba una triste alma perdida ni para guarecerse de la lluvia y frío del exterior.
Y si, solía hacer frío, del húmedo, de ese que por más que se abrigaba ella, acababa calada hasta los huesos y luego se llevaba aquel frío dentro de su cuerpo a su casa.
En aquellos momentos solitarios en que el museo enseñaba su esplendor únicamente a los trabajadores, solía salir al pasillo y admirar el lindo patio: vetusto, imponente, de madera y piedra, donde albergaba un estanque y un jardín botánico de incalculable valor.
A fuerza de la rutina la joven se aprendió todo al sumo detalle sin ni siquiera proponérselo en aquellos ratos solitarios.
Cada hoja y cada flor, las palomas y lindos pajarillos que bebían en el estanque (o se daban contra los cristales por no verlos) los peces que sobrevivían en las verdes aguas del estanque y salvaban del mosquerío…
También se aprendió los casi quinientos objetos que había en su sala, curiosos instrumentos de física y química de un par de siglos y ya sólo se veían en las películas de época o libros de texto. Tal era la tranquilidad en algunas frías y lluviosas mañanas que le daban ganas de hablar con la momia de la sala contigua (lástima que le faltara cabeza y no le pudiese responder).
Menos mal que en las salas de sus compañeros las salas de arte cambiaban cada par de meses, así se podía ver algo novedoso y no hacía disparates como asomarse a ver si el campanario seguía en pie (llevaba cinco siglos, pero quién sabe si habría ocurrido algo en los últimos cinco minutos).
Aunque su puesto estaba en la planta de arriba, Salazar sabía que antes o después repararía que en la planta primera, allí en una esquina (muchas veces tapado por mesas de cáterin) había una placa conmemorativa.
Una tarde andaba ella con su compañero y estaban en uno de esos ratos apacibles. Daban vueltas al patio paseando mientras charlaban y comentaban que los niños estarían en el colegio, sus papás trabajando y los turistas en cualquier lado menos ahí….cuando ella reparó en la placa conmemorativa.
Ella ya sabía que aquel edificio además de haber sido un instituto, previamente fue un convento donde se albergaba una cripta secreta que fue descubierta no hace demasiado. Sin embargo, no se había parado a leer los nombres completos detenidamente.
“Entrada a espacio mortuorio”
“Cripta del siglo XVI”
“Aquí yacieron los cuerpos de D. Cristóbal de Frías y D. Ventura Salazar de Frías descubiertos accidentalmente en 1922”
Todo se paró.
Menos sus pensamientos.
Dejó de oír a su compañero, las campanadas del campanario, las pisadas de nuevos visitantes…
Sólo escuchaba sus propios pensamientos como truenos en tormento.
¿Su casa nobiliaria es el obispado? Justo al lado…
Hay que buscar el árbol genealógico.
Volvió a recorrer por sus venas aquel desasosiego y ya su mente quedó impregnada de aquellos pensamientos. Cuando retornó a su hogar, ya de noche, rebuscó en las cajas los libros extraídos de la biblioteca privada y comenzó a indagar. Al reafirmar que efectivamente, se trataba de la familia noble de los Condes del Valle Salazar provenientes de Burgos y emparentados con el Duque de Lerma. Los Salazar de Frías llegaron a estas tierras y empezaron a contraer matrimonios con otras familias de linaje establecidas aquí (como los Cologan).
Cuando cerró los libros se convenció al fin que eran demasiadas casualidades ya, y que no podía seguir ignorándolas, seguir ignorando al inquisidor del siglo XVII que, desde la sombra, ansiaba volver.
Espero que os gustara el relato, de todas formas, mañana unifico el relato y lo dejo completo para quien guste más, y como no, entrega de nuestra ya entrañable relato de la Sombra Ignorada.
Ahora estaba preparando la próxima entrada que prometí: la del exorcista piamontés. Este caso muy curioso también me lo encontré de casualidad realizando un trabajo para la carrera, esta vez en 3º curso, justamente para el profesor especialista en Inquisición...
pero noooo, no era de Inquisición, tuve que realizar un trabajo de "Microhistoria"
¿y qué es esto?
Pues es hacer una investigación histórica, sólo que en vez de coger un campo extenso de estudio, que suele ser lo más habitual, escoges un punto concreto y pequeño, y lo estudias con gran profundidad; el resultado que extraigas de la investigación te sirve de ejemplo para generalizar a lugares mayores.
Imaginaos que estáis estudiando la Revolución Francesa pero en vez de hacerlo de forma general de Francia y centrándose en los hechos y los personajes célebres; escogéis un pequeño pueblo y mostráis como sufrió la gente del pueblo el día a día de esa revolución y cómo les afectó sus consecuencias.
Pues eso tuve que hacer y decidió escoger a un erudito de la microhistoria, Levi Giovanni. Su libro de "Herencia de lo Inmaterial" que trata las relaciones personales y económicas del campesino del pueblito de Santena. Para comenzar su estudio parte de un personaje:
Giovan Battista Chiesa, nuestro cura exorcista.
Aparte de comentar lo adelantado para mañana, me gustaría añadir algo que te atañe justo a ti, lector :
Gracias a vosotros, un saludo a EEUU, Francia, Bélgica, Suecia, Tailandia, India, y como no, a España mi país
Uniforme, profesores a cargo de las exposiciones,
compañeros, los visitantes…
Pronto aprendió sobre la historia del edificio emblemático
para responder las preguntas de los turistas, a decir buenos días constantemente
en varios idiomas y a indicar dónde andaba el baño (pregunta estrella por
cierto
Había días que era un hervidero de visitantes y no salía de
su sala. Pero había otros en que el reloj del campanario, por mucho que
avanzara, no entraba una triste alma perdida ni para guarecerse de la lluvia y
frío del exterior.
Y si, solía hacer frío, del húmedo, de ese que por más que
se abrigaba ella, acababa calada hasta los huesos y luego se llevaba aquel frío
dentro de su cuerpo a su casa.
En aquellos momentos solitarios en que el museo enseñaba su
esplendor únicamente a los trabajadores, solía salir al pasillo y admirar el
lindo patio: vetusto, imponente, de madera y piedra, donde albergaba un
estanque y un jardín botánico de incalculable valor.
A fuerza de la rutina la joven se aprendió todo al sumo
detalle sin ni siquiera proponérselo en aquellos ratos solitarios.
Cada hoja y cada flor, las palomas y lindos pajarillos que
bebían en el estanque (o se daban contra los cristales por no verlos) los peces
que sobrevivían en las verdes aguas del estanque y salvaban del mosquerío…
También se aprendió los casi quinientos objetos que había en
su sala, curiosos instrumentos de física y química de un par de siglos y ya
sólo se veían en las películas de época o libros de texto. Tal era la
tranquilidad en algunas frías y lluviosas mañanas que le daban ganas de hablar
con la momia de la sala contigua (lástima que le faltara cabeza y no le pudiese
responder).
Menos mal que en las salas de sus compañeros las salas de
arte cambiaban cada par de meses, así se podía ver algo novedoso y no hacía
disparates como asomarse a ver si el campanario seguía en pie (llevaba cinco
siglos, pero quién sabe si habría ocurrido algo en los últimos cinco minutos).
Aunque su puesto estaba en la planta de arriba, Salazar
sabía que antes o después repararía que en la planta primera, allí en una
esquina (muchas veces tapado por mesas de cáterin) había una placa conmemorativa.
Una tarde andaba ella con su compañero y estaban en uno de
esos ratos apacibles. Daban vueltas al patio paseando mientras charlaban y
comentaban que los niños estarían en el colegio, sus papás trabajando y los
turistas en cualquier lado menos ahí….cuando ella reparó en la placa
conmemorativa.
Ella ya sabía que aquel edificio además de haber sido un
instituto, previamente fue un convento donde se albergaba una cripta secreta
que fue descubierta no hace demasiado. Sin embargo, no se había parado a leer
los nombres completos detenidamente.
“Entrada a espacio
mortuorio”
“Cripta del siglo XVI”
“Aquí yacieron los
cuerpos de D. Cristóbal de Frías y D. Ventura Salazar de Frías descubiertos
accidentalmente en 1922”
Todo se paró.
Menos sus pensamientos.
Dejó de oír a su compañero, las
campanadas del campanario, las pisadas de nuevos visitantes…
Sólo escuchaba sus propios
pensamientos como truenos en tormento.
¿Su casa nobiliaria es el
obispado? Justo al lado…
Hay que buscar el árbol
genealógico.
Volvió a recorrer por sus venas
aquel desasosiego y ya su mente quedó impregnada de aquellos pensamientos.
Cuando retornó a su hogar, ya de noche, rebuscó en las cajas los libros
extraídos de la biblioteca privada y comenzó a indagar. Al reafirmar que
efectivamente, se trataba de la familia noble de los Condes del Valle Salazar
provenientes de Burgos y emparentados con el Duque de Lerma. Los Salazar de
Frías llegaron a estas tierras y empezaron a contraer matrimonios con otras
familias de linaje establecidas aquí (como los Cologan).
Cuando cerró los libros se
convenció al fin que eran demasiadas casualidades ya, y que no podía seguir
ignorándolas, seguir ignorando al inquisidor del siglo XVII que, desde la
sombra, ansiaba volver.
Salazar de Frías sonrió.
Perfecto.
Atentamente,
Elena Rojas
Buenos días:
Ya nos falta poco para el desenlace, esta tarde cómo finalmente Salazar, el inquisidor del siglo XVII, me convenció para volver a través de dos caballeros, uno de la orden de Calatrava, fenecidos y bajo cripta secreta.
Lo dejaré independiente el fragmento y completa las seis partes para quien guste .
Y lo próximo será: el exorcista de Piamonte, te comentaré acerca de las brujas e inquisidores que aparecen en el vídeo segundo que se me preguntó el otro día y prometí relatar con más detalle.
De paso, como vereís en el desenlace, aparte de los Salazar Frías, veremos que linajes hay aquí en mis tierras: entre ellos los Monteverde, Lugo, Lercaro, Ponte y más. Estas tierras son pequeñas, pero aquí estuvieron Condes y nobles de los considerados "Los grandes" y los grandes edificios emblemáticos que existen hoy en día llevan sus escudos nobiliarios y hoy en día son casas privadas, museos, obispados, ect. ¡
La siguiente entrega de la sombra ignorada para empezar el día :
-Sé
que aún no lo entiendes demasiado bien, pero es por el propio bien del chico,
Álvaro salió y él era un auténtico matado- me explicó Santiago, sin rodeos.
–Ahora que no podrá beneficiarse de esa persona anónima, va a quedar muy mal de
tanto que se las ha echado. David puede desenvolverse mejor solito- aclaró el
director.
-De
ahí su insistencia por volver- comprendí.
Todos
esperamos a David hasta el mediodía, como seguía sin venir y no respondía a las
llamadas. El jefe me ordenó que continuara o con el caso así que salir a
buscarlo para detenerlo.
“Muy
bien” pensaba, “si quieres cazar a la persona que anda detrás del seudónimo, no
puedes empezar de cero, llevará mucho tiempo y repetiría los mismos pasos
inútiles que David. Además, si el caso lo empezamos los dos, lo terminamos los
dos” decidí y me dirigí a su casa.
Cuando
me dejó entrar salía otro hombre.
-¿Sabes
quién era?- me preguntó.
-No
y no me tiene que importar- indiqué.
-Es
un amigo periodista, mañana casualmente se encontrará conmigo y me preguntará
por el caso…- prefirió no terminar la frase.
-Cuando
lo vea “La sombra” por la tele se ve a coger un mosqueo de padre y señor mío-
opiné. -¿Merece la pena? Creo que puede fastidiarte mucho- le planteé.
Si,
lo sé, no era la más indicada para preguntarlo.
-Sólo
si hay algo que ocultar- contestó.
-Salvo
que llevé aparatos y una vez me senté en un banco del colegio con pintura
húmeda…- me encogí de hombros.
-Raro,
suele escoger a quien puede chantajear y tenerlo bien atado- comentó
-¿Y
tú?-.
-Mi
hermano traficaba droga y una vez para librarse escondió en mi cuarto droga…
pero luego se demostró que yo no tenía nada que ver… me figuro que no lo
investigó y le salió por la culata, también me figuro que no cometería el error
dos veces. Por algo quiere que ocupes mi puesto-.
-¿Ya sabes lo que dejó?-.
-No
es que sea el más hábil… pero al séptimo mensaje en el contestador lo capto-
asintió, -¿venías a convencerme de parte de ellos? Si vas a seguir tú sola con
el caso, no me importa-, no veía malicia en sus ojos.
-No,
venía a consultarte, empezamos como equipo y terminaremos así aunque sólo
llevemos este- expuse, -como me imaginaba que lo tenías claro, venía a
consultarte sobre lo que habías indagado acerca de “La sombra”- pedí.
Me
miró como si mirase al vecino loco.
-¿Y
lo que yo te digo de que no te metas…?
Estoy mal, tomo pastillas, me destrozó la vida, no escuché a mi familia, no
tengo novia, no vivo mi vida… ¿sigo enumerando o ya dejé claro que estoy hecho
polvo? – me aconsejó.
-¿Has
probado a ponerte en contacto con “La sombra”?- le interrogué directamente.
Se
me quedó mirando atónito.
Me
empezaba a acostumbrar a sus miradas.
-Pues
no-.
Regresé
al trabajo y le entregué a Santiago la dimisión de David, la verdad no es que
se interesara mucho, en realidad ni lo miró, sólo me preguntó por el caso.
-Estoy
en ello- me limité a responder a lo que me pareció en ese momento no más que un
ratón asustado. Algo gordo debía ocultar.
Me
quedé en mi mesa de trabajo hasta tarde y vi como mis compañeros se fueron
marchando, leía en sus rostros “ya está igual que David, acabará mal”.
Les
iba a demostrar que no.
Al
final me quedé sola, bueno, la señora de limpieza me hacía compañía, limpiando
todo lo que dejó “La sombra”, le habían ordenado que no se largara hasta que
hiciera desaparecer todo.
Por
pena, es que a mí se me ablanda el corazón muy fácilmente, me quedé con ella y
al final, antes de dejar el centro dejé caer la nota.
“Quiero
hablar contigo,
has ganado, David dimite
y yo ocuparé su puesto
voy a descubrirte, nada
tengo que ocultar
también puedes ser más
limpio y considerado con doña Mercedes
Elisa”
Lo
sé, no hace falta que me lo digas, debería haber sido sutil, pero yo no tenía
la paciencia de David y no me veía tres años detrás de “La sombra”.
Al
regresar a mi piso me encontré a David esperándome en el portal, llevaba una
maleta.
-¿Qué
haces aquí?- quise saber, extrañada.
-Darte
lo que me has pedido, ya que está claro que no vas a abandonar, esto es lo que
pude averiguar, no es mucho pero es difícil seguir el rastro a una sombra-
opinó, encogiéndose de hombros.
-Gracias,
no hacía falta que me lo trajeras esta misma noche, he regresado hoy tarde-
comenté.
-También
he venido para decirte que tengas cuidado cuando “La sombra” se entere, aunque
algo se tiene que imaginar al enterarse de mi dimisión, el caso es de ambos y
te exigirá responsabilidades a mí y a ti… no sé de lo que es capaz- concluyó,
su voz no temblaba, pero se le veía miedo en los ojos.
-¿Tú
seguirás conmigo aunque ya no trabajes ahí?- le pregunté, él afirmó sin
dudarlo.
-Entonces
ya estoy segura- dictaminé subiendo y haciendo un gesto para que subiera.
–Vamos, dos cabezas piensan mejor que una- insistí al verlo pensativo.
Tan
pronto como llegamos al piso nos pusimos a mirarlo todo, para mi sorpresa, como
no tenía modo de acercarse a “La sombra” ya que no dejaba rastro y dado su
grado de perfección tenía que ser alguien que conociese el oficio, se había
acercado a él a través de los demás.
Tenía
información de sus compañeros, los había estudiado a fondo.
-Todo
esto es referente a Maca, este es su secreto con el que “La sombra” le
chantajea: su tío murió asesinado y el caso no se resolvió, descubrí que
abusaron de ella de pequeña y aunque no lo pueda demostrar reuní suficientes
datos para suponer quien fue. Seguro que “La sombra” si habrá conseguido alguna
prueba- imaginó. Me quedé boquiabierta, pero sinceramente, entre tú y yo,
habría hecho lo mismo.
-Vaya
con el tío, le fastidia incluso muerto- me limité a decir.
-Lo
de Julián no es ninguna venganza, un corrupto, o más bien drogadicto, o no, no
estoy muy seguro si es para propio consumo o para tráfico, lo que sé es que
cada vez que se confisca droga, algún kilito se pierde- siguió.
-Está
más pillado que Maca y “La sombra” lo podrá demostrar fácilmente- razoné, -y en
cuanto al uso me figuro que un poquito de las dos- añadí, mirando el material.
-¿Y de Santiago?-.
miércoles, 29 de julio de 2015
Buenas tardes querido lector:
Mañana tocará nueva entrega de la Sombra Ignorada, y la última parte del relato ¿Por qué Salazar? ¿Por qué yo?
Espero que os esté gustando los relatos, intentaré poner variedad para los que les guste más, relatos cortos de sólo una parte, de varias; y más cosas históricas. Espero que los vídeos les resulte amenos, interesantes e ilustrativos, y espero ir mejorando con la creación de nuevos de ellos.
Atentamente,
Elena Rojas
-Al
principio estábamos un tanto contentos, ganábamos un sueldo y no hacíamos el
trabajo y a esa persona no parecía importarle seguir en el anonimato y no ganar
nada a cambio… Santiago empezó a adquirir fama y a Álvaro, el antiguo ayudante
también le empezó a cogerle el gustito y a echárselas… ahí empezó a enfadarse La
sombra y a imponer su voluntad… Pronto nos convertimos en sus asustadizos
subordinados, no sé como tiene acceso a todo, pero lo tiene…- aseguró con una
sonrisa amarga.
-David,
hay que averiguar quien es- expuse yo. Ahí se que se rió con ganas.
-¿Qué
crees? ¿Qué a ninguno se nos ha ocurrido descubrirle? Que no eres la única que
vino aquí con ganas, lo intentamos todo, pero cada vez que nos quedábamos a
espiar él no venía, no sé como porras lo sabía…-.
-David,
para saber sobre los casos y cuando se quedaban a esperarlo tenía que ser uno
de ustedes- apunté.
-La
cosa es que estábamos todos juntos esperándole- aclaró, ahí me callé.
-Cuando
Álvaro se empezó a pasar la sombra se enfadó y le amenazó de que si seguía así
todos los casos de sus compañeros se resolverían menos los suyos. Él no hizo
caso y los casos seguían apareciendo resueltos, pero cuando iba a arrestar al
culpable descubría que le había preparado una trampa, le pasó tres veces y en
cada una lo intentaba tapar todo para que no lo supiera nadie y siguiera la
fama. Al final se vio obligado a marcharse, la sombra lo expulsó por no
comportarse como él quería…-.
-¿Y
cómo quiere que se comporten?- pregunté.
-Depende
de cada uno, yo por ejemplo, se enfadó hace seis meses porque a pesar de que
había resuelto el caso no quise darlo yo resuelto porque el asesino fue una
niña de seis años que mató a su padre porque maltrataba a su madre. Pero él es
exigente, los quiere todos, absolutamente todos, resueltos… y así con cosas que
van surgiendo. A Santiago le exige que consiga determinados casos que él quiere
descifrar… que eche o incluya a tal persona. Suele escoger a los mejores para
demostrar que él es aún mejor… a veces, por algún motivo, exige dinero o que consigamos
varios billetes al extranjero. Siempre intentamos localizarle pero cuando
averiguamos cual fue su verdadero destino ya es tarde…- siguió contando.
-Vamos,
que también le gusta irse de vacaciones, ¿y mientras él está de vacaciones…?-.
-Nosotros
ya estamos tan absorbidos por él que tenemos que también coger vacaciones al
mismo tiempo. Al principio las malgastamos en perseguirle… ya no-.
-¿Y
supongo que cámaras…?-, se volvió a echar a reír.
-Conoce
mejor que nadie este edificio. Santiago, Maca, Enrique y Julián ya prefieren no
hacer caso, dejar pasar y punto… así no se vuelven locos. Quizá así han sido más inteligentes que yo… llevo tres
años en que me obsesioné intentando descubrirle, no hizo más que reírse de mí…
yo ya estoy cansado y voy a hacer que me eche cuando vea que no quiero encerrar
a un pobre loco infeliz que pensaba que
salvaba a su amigo matándolo… se enfadará y obligará a Santiago que se asegure
de que no trabaje en ningún otro sitio y que acabe dirigiendo el tráfico… ya me
da igual. Ha ganado y he aceptado que es
el más inteligente y el Dios que quiere ser aquí… a veces me pregunto si es
humano o está vivo-.
En
aquellos momentos vi a un joven con el alma vieja y cansada, con ojos
derrotados y resignados.
-No
habré ganado la guerra, pero si esta última batalla. Habrá un caso sin
resolver, una mancha en su condenado expediente intachable y me da igual las
consecuencias- aseguró con firme decisión. –Y tú, Elisa, o lo aceptas y haces
como ellos o te volverás loca como yo, también tienes la opción de marcharte-
me expuso antes de marcharse.
Salí
de la habitación, el resto del equipo me miró y lo supo.
“Ya
estás dentro”.
¿Piensas
que al oír esto dudé?
¿Qué
me entró miedo y recapacité?
Ni
por un momento.
No
me sirvió la experiencia de David, estaba tan ciega que sólo veía que ese era
mi caso, él que estaba destinado a resolverlo yo y me lanzaría al cumplimiento
de mis sueños.
Si,
una persona puede cometer muchos errores
cuando es tozuda e impulsiva.
David
dejó marcharse al vecino y no le comentó nada a los compañeros. Al día
siguiente cuando volví al trabajo no encontré a nadie del equipo en sus mesas,
sólo encontré a la señora de la limpieza regando las plantas.
-Están
todos en el despacho del jefe- me indicó. – Y dígale a su amigo que no lo
enfade, que soy yo la que luego limpia lo que hace- pidió.
-¿Perdón?
¿Qué ha hecho David?- pregunté, -¿qué ensució?-.
-Niña…
su amigo ha enfadado a La sombra y se
expresa dejando mensajes por todas partes- señaló a la sala donde se reúne
todos para hablar.
Entré
un momento y vi como la pizarra, las sillas, mesas y paredes tenían el mismo
mensaje.
“Encierra al vecino del suicida,
David, o Elisa ocupará tu puesto”
Estaba
escrito con letra de imprenta así que comprendí que, efectivamente, era muy
inteligente y ya estaba cansado de David, él único que le plantaba cara y a lo
mejor, sin él saberlo, empezaba a acercarse. Mientras que yo no sería más que
su juguete para demostrarse que era más listo que yo.
Pues
yo también le daría guerra.
Aunque
te suene raro, en eso no me equivoqué.
Fui
al despacho de Santiago, donde se encontraban todos reunidos.
-¿Sabes
dónde está David? Porque la está fastidiando- se quejó Julián.
-Yo
también te deseo buenos días- ironicé. – No, pensaba que había venido-
repliqué.
-Si
esta no se entera de nada- replicó.
-Julián,
vale ya, tú tardaste dos meses en pillarlo- le recordó Maca, irritada.
-Elisa,
el caso es también tuyo y últimamente David ya no lleva bien esto ¿por qué no
lo terminas tú y dejamos que él se marche, que es lo que quiere?- me propuso
Santiago.
-No
exactamente, él quiere terminar el caso como no resuelto- me atreví a
corregirle con cautela.
-Pues
por eso, hay que evitarlo, en serio, no te imaginas de que es capaz esa
“sombra” cuando se enfada- suplicó Maca, nerviosa. –Es que nos tiene a todos
pillados ¿sabes? Y puede arruinarnos- siguió.
-¿En
qué sentidos les tiene pillados?- inquirí.
-Pues
que a estas alturas ya debe saber los trapos sucios o tus secretos del pasado y
los utilizará contra ti si no haces lo que quieres. Todo tiene un precio y una
vez que entras para salir es por la puerta pequeña y tocando fondo- soltó
Julián crispado.
Esta es la pregunta que le enseñan a hacer a todo
historiador ¿Por qué? Causa y consecuencia.
Esto está también basado en hechos reales, en como dos
personas de siglos distintos se encuentran, se conocen casualidad (¿o no?) y a partir de ahí son
inseparables, no pueden vivir el uno sin el otro; se irán encontrando con el
paso de los años como ironía de lo casual y el destino.
Todo empieza en una fría y húmeda universidad, pequeña pero
atiborrada de estudiantes que van y vienen; cargados de libros, exámenes y un
sinfín de trabajos que había que entregar en fechas imposibles.
En ese amasijo de estudiantes aún sin titular había una
joven que estaba en su segundo curso de Historia. Ella también debía hacer
trabajos como si de una maratón se tratase. Así que de la larga lista escogió
uno que cumplía con los suficientes requisitos a su juicio:
·Estaba libre.
·Le llamaba la atención más que otros temas más
bien aburridetes y tediosos.
De modo que escogió a la ligera y a lo caprichoso. A la
ligera eligió cambiar el rumbo de su vida.
Lo siguiente que podemos ver es a una chica encerrada en su
habitación con un ordenador y un reguero de libros en el suelo y en la cama un
tanto extraños. Su madre se asomaba por la puerta y se preguntaba si su niña
estudiaba historia o esoterismo.
Brujas por allá, demonios por aquí.
La Inquisición a la izquierda de la hechicería y aplastada
por obsoletos manuales de aquelarres y torturas.
¿Estaba investigando para Historia Moderna o para el Cuarto
Milenio?
La aspirante a aprobar el curso a pesar de toda adversidad
logró finalizar su trabajo, exponerlo y sacar sus exámenes. Eso anunciaba la
llegada del glorioso verano para descansar y ponerse morena.
Sin embargo, algo la reconcomía, le causaba fiebre y dolor
de cabeza; no la dejaba relajarse o desconectar.
Extrañamente, ahí (enterrado bajo pilas de trabajos que ya
ni recordaba) un curioso caso le venía a su mente y no la dejaba soñar con otra
cosa.
Salazar Frías se le colaba en sus pensamientos.
Aquel extraño personaje, que había conocido en un viejo
libro amarillento y rancio, tenía vida propia. Lograba salir del tercer piso de
la biblioteca (y del siglo XVII) e ir a buscarla.
Así que volvió a la biblioteca en vez de irse a la playa.
Llegó por primera vez sin prisas ( sin tener que sacar diez libros de lecturita
para dos días) y fue derecha al estante, pues aún siendo alumna ya se sabía de
memoria la planta de Historia. Cogió el libro y leyó tranquilamente el extraño
caso del Abogado de las brujas.
Y sin ni si quisiera pensarlo,
lo decidió
Dio paso a un verano diferente y… atípico
La playa con un helado en la mano fue sustituido por un
ordenador y un abanico. Durante dos meses una joven de diecinueve años se
dedicó en cuerpo y alma a seguir investigando y escribiendo el extraño caso de
las brujas de Zugarramurdi.
¿Y cómo es que una chica no aprovechaba sus meses de
descanso y se enfrascaba en una carrera a contrarreloj?
No era una obsesión, es que no tenía opción.
Si deseaba escribir el relato debía hacerlo antes que
comenzara el curso y ya no tendría tiempo para escribir otra cosa que
comentarios históricos y exámenes. Aquella trepidante y asombrosa historia le
había calado en el alma.
Y lo peor
¡Ahora no salía!
Si señores, Salazar de Frías no salía de su cabeza; si no la
escribía, temía que la sombra del personaje se le quedara tan hondo que la
terminara ahogándola.
Debía dar a conocer quién fue el Abogado de las brujas, qué
pasó en Zugarramurdi y todos los pueblos vecinos del norte, qué decidieron los
inquisidores hacer para acabar con el caos brujeril…todo. Así ella se quedaría
en paz y habría cumplido con su parte, como si de un pacto se tratase entre una
estudiante del siglo XXI y un inquisidor del siglo XVII.
Así escribía su historia en una novela basada en hechos
reales con unas pinceladas de fantasía y magia. Los personajes muertes en
archivos inquisitoriales cobraban aliento y voz en sus palabras.
Hasta que terminó. Tras dos meses intensos.
Respiró hondo, Salazar debía estar satisfecho: había acabado
a tiempo. Ahora podría estudiar tranquila su tercer curso, aunque echaría de menos
a aquel extraordinario personaje.
…o eso creía.
Pasaron unos meses…
Totalmente, tranquila, estudiando. Los días eran rutinas
agradables y apacibles: biblioteca por la mañana, clase por la tarde y a la
noche siempre era mejor adelantar algo de tarea después de la cena.
Tenía una novela flamante en la novela que aún olía a recién
hecha como los bizcochos aún calientes y crujientes en su corteza pero blandos
por dentro. Así estaba el libro en su ordenador.
¿Qué haría con él?
Si deseaba dar a conocer la increíble historia de Salazar
morirse en la solitaria computadora no era una opción. Obviamente había que
editarlo.
¡Qué fácil de decir y que complicado de hacer! Tendría que
buscar editoriales a ver si, por cual extraño milagro, alguna le interesaba una
escritora novel de tantísimos que debería de haber.
Su madre llevaba leyendo la novela desde que la terminó en
verano y se había pasado unos meses escudriñándola para criticarla, revisarla y
corregir aquello que se debiera para mejorar la comprensión y deleite de la
obra.
¡Y menos mal que lo hizo! ¡Cuántas cosas se cambiaron!
¡Ufffffff! Juventud esta que con las prisas se saltan mil detalles, menos mal
que las madres están siempre para salvar la situación…
En aquel otoño del tercer curso andaba ella atorrollada
haciéndose una lista de editoriales, preguntándose si alguna respondería.
Un amigo le saltó del chat pero en ese momento a ella no le
apetecía nada hablar ¡estaba ocupada! A ver quién le decía a un inquisidor del
siglo XVII que no estaba haciendo nada por estar de chateo. De modo que le dijo
claramente al amigo que andaba liada buscando editoriales.
Casualidades tramadas por el destino que el tal amigo tenía
otro amigo que trabajaba en una editorial. Era justo la puerta que necesitaba:
que fuera un trabajador desde dentro que la presentase y no otro manuscrito
llegado por correo de miles.
En resumidas cuentas, aquel hombre respondió a su correo y
solicitud, recogió su novela y la presentó a la editorial y…
Fue admitida, sería publicada, en papel.
La sombra de Salazar se marcharía satisfecha. O eso volvió a
pensar ella.
Entre papeleos y preparativos había llegado el cuarto curso
sin darse ni siquiera cuenta y allá por un mes de noviembre de 2010, llegaba su
ejemplar de la novela impresa.
La vio. La olió. Pasó las páginas. La miraba con la misma
ternura que una madre mira a su bebé: ahí estaba su obra recién nacida.
La felicidad la embriagó y le dio fuerzas para lo que se
avecinaba:
Presentaciones de la novela, entrevistas, charlas,
librerías, ferias y más ferias. Por si no te lo había dicho: ¡ferias!
Eran horas, paciencia, sonrisas por doquier. Agotaba pero
siempre merecía la pena aunque sólo fuera por conocer nuevas personas. Habían
días rotundos y absolutos, otros en que pensabas: “ya será mañana otro día”.
Eran momentos de no parar, o estaba en clase, o estudiaba o
iba corriendo a algún acto de promoción. Porque por suerte las había.
Y es que tenía ayuda ¡y mucha!
El apoyo incondicional de mi familia, mis compañeros de
facultad se volcaron y animaron, los profesores mostraron su sorpresa y
alegría.
Lo había hecho en verano sin decir nada, no es que quisiera
ocultarlo; es que todo resultó espontáneo y ella aún no sabía que tenía el
privilegio de haber un especialista de la inquisición en la universidad. La muy
“perspicaz” se enteró una vez escrito y publicado el libro.
Cual fue la sorpresa del profesor más duro, respetado y
temido de la facultad leer la portada de un libro que tenía un pasajero del
tranvía y reconocer nombre y foto de una alumna suya: y lo peor, su trabajo que presentaba a
exposición iba del mismo tema; había aprovechado ya el trabajo de
investigación. Así que la pilló, abordó y ayudó preparando todo para un acto.
Pero no fueron los únicos que la apoyaron, fuera del ámbito
académico conoció periodistas y escritores que de buena gana se pusieron en
contacto con ella. Se convirtieron en mentores y consejeros, la introdujeron en
el mundo de las ferias y los actos. Conoció libreros que dejaron un espacio
para ella y personas que compraban para ayudarla.
La única pena que tenía ella era no conocer cara a cara a
todo aquel que compró el libro y se hizo una idea de Salazar, sin poder saber qué
opinaba sobre él. Pero hubieron situaciones bastantes curiosas que le hacían
reír el alma y guiñarle un ojo a Salazar.
Tras aquel intenso cuarto curso de Historia le sucedió el
quinto. Aquel era el año de la finalización de la carrera, la preparación de la
orla, pensar en el futuro incierto del trabajo dada la omnipresente crisis y
defender el examen de idiomas oficial que ahora se exigía. Así que (con este
también intenso panorama), la estudiante a punto de ser licenciada se limitó a
escuchar a sus amistades y sus situaciones rocambolescas.
“El mes pasado viajé, y durante mi trayecto en tren una
señora leía tu libro”.
“He enviado un ejemplar vía correo para mi amiga que vive al
otro lado del charco, pues le gusta las brujas”.
“Espera, espera, tu eres la escritora, si esto, espera, yo
me acuerdo del título, es que lo compré pero se lo di a mi tía y no me lo
devolvió, ¿si eres no? Te pareces a la de la foto…”.
Incluso acabado la carrera, empezado a trabajar,
desconectada ya de Salazar y los momentos maravillosos de cuando fue estudiante
y escritora… todavía aún, se acercaba algún vecino que trabajaba enfrente suya
que la conocía sin haberse hablado nunca, y era que recordaba que hace unos
años se había comprado el libro, leído y vete a saber dónde estaba.
¿Era casualidades o Salazar de vez en cuando regresaba como
sombra para que no le olvidara?
Casualidades, no podía aún seguirla, en su momento cumplió
con el pacto extraño de una joven del siglo XXI y un inquisidor del siglo XVII.
Ay, subestimaba la tenacidad de aquel extraordinario
inquisidor, claro que no eran casualidades. Y dado que aquella tozuda no se
quería dar por enterada sería menos sutil con sus señales.
Vaya que si…..
Pasaron los días, cortos y estresantes.
Pasaron los meses, con prisas y el reloj gritándole ¡llegas
tarde! ¡LLEGAS TARDE!
Pasaron los primeros años, entre clases y alumnos, clientes
y ordenadores, exámenes y currículums.
Ella andaba entretenida todo el día. Muchos horarios, muchas
horas de entrada y salida todo el día. Corría todo el día.
Así que Salazar esperaba paciente, no le iba a escuchar.
De vez en cuando su madre le recordaba que qué pasaba con la
novela, si decidiría editarla de nuevo, pero ella tozuda, no tenía tiempo.
Estaba centrada en las clases que debía impartir y en presentarse a exámenes de
idiomas para obtener título. Le encantaba enseñar, era su pasión y sus alumnos
llenaban su alma; pero también le fatigaba mucho.
Con tantas prisas, no veía ciertos detalles, ciertos
mensajes sutiles.
Pasaba por la calle y no veía el letrero que decía “…Salazar
y Frías: abogado” ¿Para qué iba a mirar? Ella no necesitaba ningún abogado.
Las insistencias de su madre y algunos amigos…no las oía del
todo.
Encontrar su propio libro en unos estantes mientras buscaba
otro de inglés…no le decía nada.
Pasar mil veces por delante del Obispado, cuyo edificio era
propiedad de la antigua familia noble de los Salazar y Cologan…tampoco le decía
nada.
Si ella pudiese ver la sombra del inquisidor, vería como se
tiraba del cabello e imploraba a Dios con los brazos abiertos.
Pero si algo definía a Salazar, era su tenacidad y
persistencia. E ideó el plan maestro para hacerla parar un momento y
reflexionar.
Lo primero: ¡tenía que encontrar un empleo más sosegado!
A finales de aquel año, mientras impartía una de sus clases,
recibió una llamada la joven.
Debía empezar a trabajar de inmediato en el museo.
Empecemos el día con la quinta parte de este relato, como resultó ser más largo de lo que yo pensé en un principio, lo he dividido en dos, con que habrá una parte más. Aquí además, tenemos el tercer vídeo, atentos a las imágenes, vereís los lugares reales.
Pasaron los días, cortos y estresantes.
Pasaron los meses, con prisas y el reloj gritándole ¡llegas
tarde! ¡LLEGAS TARDE!
Pasaron los primeros años, entre clases y alumnos, clientes
y ordenadores, exámenes y currículums.
Ella andaba entretenida todo el día. Muchos horarios, muchas
horas de entrada y salida todo el día. Corría todo el día.
Así que Salazar esperaba paciente, no le iba a escuchar.
De vez en cuando su madre le recordaba que qué pasaba con la
novela, si decidiría editarla de nuevo, pero ella tozuda, no tenía tiempo.
Estaba centrada en las clases que debía impartir y en presentarse a exámenes de
idiomas para obtener título. Le encantaba enseñar, era su pasión y sus alumnos
llenaban su alma; pero también le fatigaba mucho.
Con tantas prisas, no veía ciertos detalles, ciertos
mensajes sutiles.
Pasaba por la calle y no veía el letrero que decía “…Salazar
y Frías: abogado” ¿Para qué iba a mirar? Ella no necesitaba ningún abogado.
Las insistencias de su madre y algunos amigos…no las oía del
todo.
Encontrar su propio libro en unos estantes mientras buscaba
otro de inglés…no le decía nada.
Pasar mil veces por delante del Obispado, cuyo edificio era
propiedad de la antigua familia noble de los Salazar y Cologan…tampoco le decía
nada. Ser invitada a una biblioteca privada para que cogiese los libros que quisiese antes que desapareciera dicha biblioteca y encontrar los libros de las brujas de Zugarramurdi...no le pareció extraordinaria coincidencia
Si ella pudiese ver la sombra del inquisidor, vería como se
tiraba del cabello e imploraba a Dios con los brazos abiertos.
Pero si algo definía a Salazar, era su tenacidad y
persistencia. E ideó el plan maestro para hacerla parar un momento y
reflexionar.
Lo primero: ¡tenía que encontrar un empleo más sosegado!
A finales de aquel año, mientras impartía una de sus clases,
recibió una llamada la joven.
Debía empezar a trabajar de inmediato en el museo.