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viernes, 31 de julio de 2015

El exorcista piamontés. Falso mesías.


Buenos tardes querido lector:

Lo prometido, he aquí la historia de un sacerdote que exorcizó a cientos de personas y afirmaba curar ciegos, cojos y tullidos. Era seguido por multitudes y no dejaba indiferente a nadie.

En un pequeño pueblo del norte de Italia, llamado Santena, va a ser testigo de las andanzas de Gian Battista Chiesa.
Este vicario será tal su lucha contra Satanás, que empezó a practicar exorcismos y curaciones de forma indiscriminada; creando el caos y el terror allá por donde él veía la presencia del demonio. Tal fue así que incluso llegó a practicar exorcismos en masa, teniendo al pueblo encolerizado y las autoridades eran incapaces de controlar a la masa .
Parad un momento y tratad de imaginar la escena a finales del siglo XVII, donde la creencia en Dios y el diablo es muchísimo más fuerte. En que el pueblo en su mayoría es analfabeto y el guía es el sacerdote, y éste está diciendo que casi todos están poseídos por el demonio.
Ante semejante descontrol, el arzobispado de Turín tuvo que actuar, se le ordenó abandonar el pueblo y venir a la ciudad; así como la prohibición de realizar exorcismos sin autorización del mismísimo arzobispo.
Lo que el arzobispo no se esperaba es que, el 13 de julio de 1697, llegara Chiesa a caballo con toda una comitiva de fieles seguidores, creyentes de haber sido salvados por el sacerdote. Llamó la atención que todo los adeptos resultaban ser lisiados (lo cual no es extraño, pues se trataba de personas vulnerables, marginadas por la sociedad y condenadas a ser mendigos por su minusvalía).
Si justo el arzobispado deseaba silencio y vuelta a la normalidad después del revuelo causado por el exorcista, aún no habían conseguido callarle.
Sin embargo, tras un intenso interrogatorio, Chiesa se vio obligado a retractarse y pedir perdón si deseaba seguir ejerciendo como cura en su pueblo, además de prometer no volver a practicar exorcismos indiscriminadamente.
En principio se acabó el asunto y Chiesa fue declarado como “pobre párraco de pueblo completamente ignorante” cuando se envía la carta a la Sagrada Congregación del Santo Oficio de Roma desde el arzobispado de Turín.
¿Pero acaso Chiesa volvió?
Ya les adelanto que no. ¡Desde el día siguiente volvió a hacer de las suyas!
El 17 de julio ya estaba el sacerdote en Carmagnola exorcizando a doce personas. Tres días después se encontraba en Vinovo y, entre los meses de julio y agosto, practica entre seis y dieciocho curaciones al día ante la multitud de sus seguidores.
¿Realmente veía tanto enfermo y endemoniado o lo hacía para ganarse a su público cual mago ante espectadores?
El 16 de agosto es detenido de forma un tanto clandestina y secreta. La multitud esta vez no le siguió y ya, tras esta detención, no aparece más libre en los archivos.
Se sabe que fue procesado a partir del 16 de noviembre, el reverendo Francesco Leonetti y el canónigo Basso empezaron a investigar la veracidad de las curaciones de Chiesa. Largo proceso, pues se interrogaron a los implicados y, simplemente entre el 29 de junio al 15 de agosto de 1697, había exorcizado a 539 personas. Que fue de él no se aclara expresamente, ni siquiera se recoge que estuviera encarcelado durante el proceso, solamente aparece una pena de 100 liras. Por lo tanto se deduce que fuera puesto en libertad pero sin ejercer el sacerdocio, pues su firma no volvió a aparecer en los registros parroquiales .

Si, es justo la antítesis de Salazar.

¿Te gusta este tipo de artículos?


Atentamente,

Elena Rojas

¿Por qué yo? ¿Por qué Salazar? Relato completo

Buenos días querido lector:


  ¡Empecemos la mañana!

  Para quien guste de leerlo de principio a fin, para quien se perdió una parte, para quien esperó a tener la historia completa, para   quién se acaba de incorporar y ni sabe de qué estoy hablando. Sencillamente, para ti. El relato completo con sus videos para disfrutar
(y esta tarde el Exorcista Piamontés)



¿Por qué Salazar¿ ¿Por qué yo?
Su historia. Mi historia
Esta es la historia que te quería contar:
Mi historia; la de Salazar.
¿Por qué yo?
¿Por qué Salazar?
¿Por qué “El abogado de las brujas”?
Esta es la pregunta que le enseñan a hacer a todo historiador ¿Por qué? Causa y consecuencia.
Esto está también basado en hechos reales, en como dos personas de siglos distintos se encuentran, se conocen  casualidad (¿o no?) y a partir de ahí son inseparables, no pueden vivir el uno sin el otro; se irán encontrando con el paso de los años como ironía de lo casual y el destino.
Todo empieza en una fría y húmeda universidad, pequeña pero atiborrada de estudiantes que van y vienen; cargados de libros, exámenes y un sinfín de trabajos que había que entregar en fechas imposibles.
En ese amasijo de estudiantes aún sin titular había una joven que estaba en su segundo curso de Historia. Ella también debía hacer trabajos como si de una maratón se tratase. Así que de la larga lista escogió uno que cumplía con los suficientes requisitos a su juicio:
Estaba libre.
Le llamaba la atención más que otros temas más bien aburridetes y tediosos.
De modo que escogió a la ligera y a lo caprichoso. A la ligera eligió cambiar el rumbo de su vida.
Lo siguiente que podemos ver es a una chica encerrada en su habitación con un ordenador y un reguero de libros en el suelo y en la cama un tanto extraños. Su madre se asomaba por la puerta y se preguntaba si su niña estudiaba historia o esoterismo.
Brujas por allá, demonios por aquí.
La Inquisición a la izquierda de la hechicería y aplastada por obsoletos manuales de aquelarres y torturas.
¿Estaba investigando para Historia Moderna o para el Cuarto Milenio?
La aspirante a aprobar el curso a pesar de toda adversidad logró finalizar su trabajo, exponerlo y sacar sus exámenes. Eso anunciaba la llegada del glorioso verano para descansar y ponerse morena.
Sin embargo, algo la reconcomía, le causaba fiebre y dolor de cabeza; no la dejaba relajarse o desconectar.
Extrañamente, ahí (enterrado bajo pilas de trabajos que ya ni recordaba) un curioso caso le venía a su mente y no la dejaba soñar con otra cosa.
Salazar Frías se le colaba en sus pensamientos.
Aquel extraño personaje, que había conocido en un viejo libro amarillento y rancio, tenía vida propia. Lograba salir del tercer piso de la biblioteca (y del siglo XVII) e ir a buscarla. 
Así que volvió a la biblioteca en vez de irse a la playa. Llegó por primera vez sin prisas ( sin tener que sacar diez libros de lecturita para dos días) y fue derecha al estante, pues aún siendo alumna ya se sabía de memoria la planta de Historia. Cogió el libro y leyó tranquilamente el extraño caso del Abogado de las brujas.
Y sin ni si quisiera pensarlo, lo decidió

Dio paso a un verano diferente y… atípico
La playa con un helado en la mano fue sustituido por un ordenador y un abanico. Durante dos meses una joven de diecinueve años se dedicó en cuerpo y alma a seguir investigando y escribiendo el extraño caso de las brujas de Zugarramurdi.
¿Y cómo es que una chica no aprovechaba sus meses de descanso y se enfrascaba en una carrera a contrarreloj?
No era una obsesión, es que no tenía opción.
Si deseaba escribir el relato debía hacerlo antes que comenzara el curso y ya no tendría tiempo para escribir otra cosa que comentarios históricos y exámenes. Aquella trepidante y asombrosa historia le había calado en el alma.
Y lo peor
¡Ahora no salía!
Si señores, Salazar de Frías no salía de su cabeza; si no la escribía, temía que la sombra del personaje se le quedara tan hondo que la terminara ahogándola.
Debía dar a conocer quién fue el Abogado de las brujas, qué pasó en Zugarramurdi y todos los pueblos vecinos del norte, qué decidieron los inquisidores hacer para acabar con el caos brujeril…todo. Así ella se quedaría en paz y habría cumplido con su parte, como si de un pacto se tratase entre una estudiante del siglo XXI y un inquisidor del siglo XVII.
Así escribía su historia en una novela basada en hechos reales con unas pinceladas de fantasía y magia. Los personajes muertes en archivos inquisitoriales cobraban aliento y voz en sus palabras.
Hasta que terminó. Tras dos meses intensos.
Respiró hondo, Salazar debía estar satisfecho: había acabado a tiempo. Ahora podría estudiar tranquila su tercer curso, aunque echaría de menos a aquel extraordinario personaje.
…o eso creía.
Pasaron unos meses…
Totalmente, tranquila, estudiando. Los días eran rutinas agradables y apacibles: biblioteca por la mañana, clase por la tarde y a la noche siempre era mejor adelantar algo de tarea después de la cena.
Tenía una novela flamante en la novela que aún olía a recién hecha como los bizcochos aún calientes y crujientes en su corteza pero blandos por dentro. Así estaba el libro en su ordenador.
¿Qué haría con él?
Si deseaba dar a conocer la increíble historia de Salazar morirse en la solitaria computadora no era una opción. Obviamente había que editarlo.
¡Qué fácil de decir y que complicado de hacer! Tendría que buscar editoriales a ver si, por cual extraño milagro, alguna le interesaba una escritora novel de tantísimos que debería de haber.
Su madre llevaba leyendo la novela desde que la terminó en verano y se había pasado unos meses escudriñándola para criticarla, revisarla y corregir aquello que se debiera para mejorar la comprensión y deleite de la obra.
¡Y menos mal que lo hizo! ¡Cuántas cosas se cambiaron! ¡Ufffffff! Juventud esta que con las prisas se saltan mil detalles, menos mal que las madres están siempre para salvar la situación…
En aquel otoño del tercer curso andaba ella atorrollada haciéndose una lista de editoriales, preguntándose si alguna respondería.
Un amigo le saltó del chat pero en ese momento a ella no le apetecía nada hablar ¡estaba ocupada! A ver quién le decía a un inquisidor del siglo XVII que no estaba haciendo nada por estar de chateo. De modo que le dijo claramente al amigo que andaba liada buscando editoriales.
Casualidades tramadas por el destino que el tal amigo tenía otro amigo que trabajaba en una editorial. Era justo la puerta que necesitaba: que fuera un trabajador desde dentro que la presentase y no otro manuscrito llegado por correo de miles.
En resumidas cuentas, aquel hombre respondió a su correo y solicitud, recogió su novela y la presentó a la editorial y…
Fue admitida, sería publicada, en papel.
La sombra de Salazar se marcharía satisfecha. O eso volvió a pensar ella.

____________________________________________________________________________
Saldría al año siguiente.
Entre papeleos y preparativos había llegado el cuarto curso sin darse ni siquiera cuenta y allá por un mes de noviembre de 2010, llegaba su ejemplar de la novela impresa.
La vio. La olió. Pasó las páginas. La miraba con la misma ternura que una madre mira a su bebé: ahí estaba su obra recién nacida.
La felicidad la embriagó y le dio fuerzas para lo que se avecinaba:
Presentaciones de la novela, entrevistas, charlas, librerías, ferias y más ferias. Por si no te lo había dicho: ¡ferias!
Eran horas, paciencia, sonrisas por doquier. Agotaba pero siempre merecía la pena aunque sólo fuera por conocer nuevas personas. Habían días rotundos y absolutos, otros en que pensabas: “ya será mañana otro día”.
Eran momentos de no parar, o estaba en clase, o estudiaba o iba corriendo a algún acto de promoción. Porque por suerte las había.
Y es que tenía ayuda ¡y mucha!
El apoyo incondicional de mi familia, mis compañeros de facultad se volcaron y animaron, los profesores mostraron su sorpresa y alegría.
Lo había hecho en verano sin decir nada, no es que quisiera ocultarlo; es que todo resultó espontáneo y ella aún no sabía que tenía el privilegio de haber un especialista de la inquisición en la universidad. La muy “perspicaz” se enteró una vez escrito y publicado el libro.
Cual fue la sorpresa del profesor más duro, respetado y temido de la facultad leer la portada de un libro que tenía un pasajero del tranvía y reconocer nombre y foto de una alumna  suya: y lo peor, su trabajo que presentaba a exposición iba del mismo tema; había aprovechado ya el trabajo de investigación. Así que la pilló, abordó y ayudó preparando todo para un acto.
Pero no fueron los únicos que la apoyaron, fuera del ámbito académico conoció periodistas y escritores que de buena gana se pusieron en contacto con ella. Se convirtieron en mentores y consejeros, la introdujeron en el mundo de las ferias y los actos. Conoció libreros que dejaron un espacio para ella y personas que compraban para ayudarla.
La única pena que tenía ella era no conocer cara a cara a todo aquel que compró el libro y se hizo una idea de Salazar, sin poder saber qué opinaba sobre él. Pero hubieron situaciones bastantes curiosas que le hacían reír el alma y guiñarle un ojo a Salazar.
Tras aquel intenso cuarto curso de Historia le sucedió el quinto. Aquel era el año de la finalización de la carrera, la preparación de la orla, pensar en el futuro incierto del trabajo dada la omnipresente crisis y defender el examen de idiomas oficial que ahora se exigía. Así que (con este también intenso panorama), la estudiante a punto de ser licenciada se limitó a escuchar a sus amistades y sus situaciones rocambolescas.
“El mes pasado viajé, y durante mi trayecto en tren una señora leía tu libro”.
“He enviado un ejemplar vía correo para mi amiga que vive al otro lado del charco, pues le gusta las brujas”.
“Espera, espera, tu eres la escritora, si esto, espera, yo me acuerdo del título, es que lo compré pero se lo di a mi tía y no me lo devolvió, ¿si eres no? Te pareces a la de la foto…”.
Incluso acabado la carrera, empezado a trabajar, desconectada ya de Salazar y los momentos maravillosos de cuando fue estudiante y escritora… todavía aún, se acercaba algún vecino que trabajaba enfrente suya que la conocía sin haberse hablado nunca, y era que recordaba que hace unos años se había comprado el libro, leído y vete a saber dónde estaba.
¿Era casualidades o Salazar de vez en cuando regresaba como sombra para que no le olvidara?
Casualidades, no podía aún seguirla, en su momento cumplió con el pacto extraño de una joven del siglo XXI y un inquisidor del siglo XVII.
Ay, subestimaba la tenacidad de aquel extraordinario inquisidor, claro que no eran casualidades. Y dado que aquella tozuda no se quería dar por enterada sería menos sutil con sus señales.
Vaya que si…..
Pasaron los días, cortos y estresantes.
Pasaron los meses, con prisas y el reloj gritándole ¡llegas tarde! ¡LLEGAS TARDE!
Pasaron los primeros años, entre clases y alumnos, clientes y ordenadores, exámenes y currículums.
Ella andaba entretenida todo el día. Muchos horarios, muchas horas de entrada y salida todo el día. Corría todo el día.
Así que Salazar esperaba paciente, no le iba a escuchar.
De vez en cuando su madre le recordaba que qué pasaba con la novela, si decidiría editarla de nuevo, pero ella tozuda, no tenía tiempo. Estaba centrada en las clases que debía impartir y en presentarse a exámenes de idiomas para obtener título. Le encantaba enseñar, era su pasión y sus alumnos llenaban su alma; pero también le fatigaba mucho.
Con tantas prisas, no veía ciertos detalles, ciertos mensajes sutiles.
Pasaba por la calle y no veía el letrero que decía “…Salazar y Frías: abogado” ¿Para qué iba a mirar? Ella no necesitaba ningún abogado.
Las insistencias de su madre y algunos amigos…no las oía del todo.
Encontrar su propio libro en unos estantes mientras buscaba otro de inglés…no le decía nada.
Pasar mil veces por delante del Obispado, cuyo edificio era propiedad de la antigua familia noble de los Salazar y Cologan…tampoco le decía nada.
Si ella pudiese ver la sombra del inquisidor, vería como se tiraba del cabello e imploraba a Dios con los brazos abiertos.
Pero si algo definía a Salazar, era su tenacidad y persistencia. E ideó el plan maestro para hacerla parar un momento y reflexionar.
Lo primero: ¡tenía que encontrar un empleo más sosegado!
A finales de aquel año, mientras impartía una de sus clases, recibió una llamada la joven.
Debía empezar a trabajar de inmediato en el museo.
Salazar sonrió en la sombra.
Perfecto

_____________________________________________________________________________
Era un mundo nuevo.
Uniforme, profesores a cargo de las exposiciones, compañeros, los visitantes…
Pronto aprendió sobre la historia del edificio emblemático para responder las preguntas de los turistas, a decir buenos días constantemente en varios idiomas y a indicar dónde andaba el baño (pregunta estrella por cierto).
Había días que era un hervidero de visitantes y no salía de su sala. Pero había otros en que el reloj del campanario, por mucho que avanzara, no entraba una triste alma perdida ni para guarecerse de la lluvia y frío del exterior.
Y si, solía hacer frío, del húmedo, de ese que por más que se abrigaba ella, acababa calada hasta los huesos y luego se llevaba aquel frío dentro de su cuerpo a su casa.
En aquellos momentos solitarios en que el museo enseñaba su esplendor únicamente a los trabajadores, solía salir al pasillo y admirar el lindo patio: vetusto, imponente, de madera y piedra, donde albergaba un estanque y un jardín botánico de incalculable valor.
A fuerza de la rutina la joven se aprendió todo al sumo detalle sin ni siquiera proponérselo en aquellos ratos solitarios.
Cada hoja y cada flor, las palomas y lindos pajarillos que bebían en el estanque (o se daban contra los cristales por no verlos) los peces que sobrevivían en las verdes aguas del estanque y salvaban del mosquerío…
También se aprendió los casi quinientos objetos que había en su sala, curiosos instrumentos de física y química de un par de siglos y ya sólo se veían en las películas de época o libros de texto. Tal era la tranquilidad en algunas frías y lluviosas mañanas que le daban ganas de hablar con la momia de la sala contigua (lástima que le faltara cabeza y no le pudiese responder).
Menos mal que en las salas de sus compañeros las salas de arte cambiaban cada par de meses, así se podía ver algo novedoso y no hacía disparates como asomarse a ver si el campanario seguía en pie (llevaba cinco siglos, pero quién sabe si habría ocurrido algo en los últimos cinco minutos).
Aunque su puesto estaba en la planta de arriba, Salazar sabía que antes o después repararía que en la planta primera, allí en una esquina (muchas veces tapado por mesas de cáterin) había una placa conmemorativa. 
Una tarde andaba ella con su compañero y estaban en uno de esos ratos apacibles. Daban vueltas al patio paseando mientras charlaban y comentaban que los niños estarían en el colegio, sus papás trabajando y los turistas en cualquier lado menos ahí….cuando ella reparó en la placa conmemorativa.
Ella ya sabía que aquel edificio además de haber sido un instituto, previamente fue un convento donde se albergaba una cripta secreta que fue descubierta no hace demasiado. Sin embargo, no se había parado a leer los nombres completos detenidamente.
“Entrada a espacio mortuorio”
“Cripta del siglo XVI”
“Aquí yacieron los cuerpos de D. Cristóbal de Frías y D. Ventura Salazar de Frías descubiertos accidentalmente en 1922”

Todo se paró.
Menos sus pensamientos.
Dejó de oír a su compañero, las campanadas del campanario, las pisadas de nuevos visitantes…
Sólo escuchaba sus propios pensamientos como truenos en tormento.
¿Aquí? ¿Los Salazar De Frías?
¿Sus descendientes aquí enterrados? ¿Desde Burgos?
¿Vine a trabajar justo en este lugar?
¿Su casa nobiliaria es el obispado? Justo al lado…
Hay que buscar el árbol genealógico.
Volvió a recorrer por sus venas aquel desasosiego y ya su mente quedó impregnada de aquellos pensamientos. Cuando retornó a su hogar, ya de noche, rebuscó en las cajas los libros extraídos de la biblioteca privada y comenzó a indagar. Al reafirmar que efectivamente, se trataba de la familia noble de los Condes del Valle Salazar provenientes de Burgos y emparentados con el Duque de Lerma. Los Salazar de Frías llegaron a estas tierras y empezaron a contraer matrimonios con otras familias de linaje establecidas aquí (como los Cologan).
Cuando cerró los libros se convenció al fin que eran demasiadas casualidades ya, y que no podía seguir ignorándolas, seguir ignorando al inquisidor del siglo XVII que, desde la sombra, ansiaba volver.
Salazar de Frías sonrió.
Perfecto

¿Te gustó?

Atentamente,

Elena Rojas

jueves, 30 de julio de 2015

Gracias, Thanks, Merci



Buenas tardes querido lector,

Espero que os gustara el relato, de todas formas, mañana unifico el relato y lo dejo completo para quien guste más, y como no, entrega de nuestra ya entrañable relato de la Sombra Ignorada.

Ahora estaba preparando la próxima entrada que prometí: la del exorcista piamontés. Este caso muy curioso también me lo encontré de casualidad realizando un trabajo para la carrera, esta vez en 3º curso, justamente para el profesor especialista en Inquisición...


pero noooo, no era de Inquisición, tuve que realizar un trabajo de "Microhistoria"

¿y qué es esto?

Pues es hacer una investigación histórica, sólo que en vez de coger un campo extenso de estudio, que suele ser lo más habitual, escoges un punto concreto y pequeño, y lo estudias con gran profundidad; el resultado que extraigas de la investigación te sirve de ejemplo para generalizar a lugares mayores.
Imaginaos que estáis estudiando la Revolución Francesa pero en vez de hacerlo de forma general de Francia y centrándose en los hechos y los personajes célebres; escogéis un pequeño pueblo y mostráis como sufrió la gente del pueblo el día a día de esa revolución y cómo les afectó sus consecuencias.

Pues eso tuve que hacer y decidió escoger a un erudito de la microhistoria, Levi Giovanni. Su libro de "Herencia de lo Inmaterial" que trata las relaciones personales y económicas del campesino del pueblito de Santena. Para comenzar su estudio parte de un personaje:

Giovan Battista Chiesa, nuestro cura exorcista.

Aparte de comentar lo adelantado para mañana, me gustaría añadir algo que te atañe justo a ti, lector :

Gracias a vosotros, un saludo a EEUU, Francia, Bélgica, Suecia, Tailandia, India, y como no, a España mi país

¿Por qué Salazar? ¿Por qué yo? Desenlace



Buenas tardes querido lector:


Lo prometido es deuda: he aquí la última parte:

Era un mundo nuevo.
Uniforme, profesores a cargo de las exposiciones, compañeros, los visitantes…
Pronto aprendió sobre la historia del edificio emblemático para responder las preguntas de los turistas, a decir buenos días constantemente en varios idiomas y a indicar dónde andaba el baño (pregunta estrella por cierto
Había días que era un hervidero de visitantes y no salía de su sala. Pero había otros en que el reloj del campanario, por mucho que avanzara, no entraba una triste alma perdida ni para guarecerse de la lluvia y frío del exterior.
Y si, solía hacer frío, del húmedo, de ese que por más que se abrigaba ella, acababa calada hasta los huesos y luego se llevaba aquel frío dentro de su cuerpo a su casa.
En aquellos momentos solitarios en que el museo enseñaba su esplendor únicamente a los trabajadores, solía salir al pasillo y admirar el lindo patio: vetusto, imponente, de madera y piedra, donde albergaba un estanque y un jardín botánico de incalculable valor.
A fuerza de la rutina la joven se aprendió todo al sumo detalle sin ni siquiera proponérselo en aquellos ratos solitarios.
Cada hoja y cada flor, las palomas y lindos pajarillos que bebían en el estanque (o se daban contra los cristales por no verlos) los peces que sobrevivían en las verdes aguas del estanque y salvaban del mosquerío…
También se aprendió los casi quinientos objetos que había en su sala, curiosos instrumentos de física y química de un par de siglos y ya sólo se veían en las películas de época o libros de texto. Tal era la tranquilidad en algunas frías y lluviosas mañanas que le daban ganas de hablar con la momia de la sala contigua (lástima que le faltara cabeza y no le pudiese responder).
Menos mal que en las salas de sus compañeros las salas de arte cambiaban cada par de meses, así se podía ver algo novedoso y no hacía disparates como asomarse a ver si el campanario seguía en pie (llevaba cinco siglos, pero quién sabe si habría ocurrido algo en los últimos cinco minutos).
Aunque su puesto estaba en la planta de arriba, Salazar sabía que antes o después repararía que en la planta primera, allí en una esquina (muchas veces tapado por mesas de cáterin) había una placa conmemorativa.
Una tarde andaba ella con su compañero y estaban en uno de esos ratos apacibles. Daban vueltas al patio paseando mientras charlaban y comentaban que los niños estarían en el colegio, sus papás trabajando y los turistas en cualquier lado menos ahí….cuando ella reparó en la placa conmemorativa.
Ella ya sabía que aquel edificio además de haber sido un instituto, previamente fue un convento donde se albergaba una cripta secreta que fue descubierta no hace demasiado. Sin embargo, no se había parado a leer los nombres completos detenidamente.

“Entrada a espacio mortuorio”
“Cripta del siglo XVI”
“Aquí yacieron los cuerpos de D. Cristóbal de Frías y D. Ventura Salazar de Frías descubiertos accidentalmente en 1922”

Todo se paró.
Menos sus pensamientos.
Dejó de oír a su compañero, las campanadas del campanario, las pisadas de nuevos visitantes…
Sólo escuchaba sus propios pensamientos como truenos en tormento.
¿Aquí? ¿Los Salazar De Frías?
¿Sus descendientes aquí enterrados? ¿Desde Burgos?
¿Vine a trabajar justo en este lugar?
¿Su casa nobiliaria es el obispado? Justo al lado…
Hay que buscar el árbol genealógico.
Volvió a recorrer por sus venas aquel desasosiego y ya su mente quedó impregnada de aquellos pensamientos. Cuando retornó a su hogar, ya de noche, rebuscó en las cajas los libros extraídos de la biblioteca privada y comenzó a indagar. Al reafirmar que efectivamente, se trataba de la familia noble de los Condes del Valle Salazar provenientes de Burgos y emparentados con el Duque de Lerma. Los Salazar de Frías llegaron a estas tierras y empezaron a contraer matrimonios con otras familias de linaje establecidas aquí (como los Cologan).
Cuando cerró los libros se convenció al fin que eran demasiadas casualidades ya, y que no podía seguir ignorándolas, seguir ignorando al inquisidor del siglo XVII que, desde la sombra, ansiaba volver.
Salazar de Frías sonrió.

Perfecto.

Atentamente,

Elena Rojas


Buenos días:


Ya nos falta poco para el desenlace, esta tarde cómo finalmente Salazar, el inquisidor del siglo XVII, me convenció para volver a través de dos caballeros, uno de la orden de Calatrava, fenecidos y bajo cripta secreta.

Lo dejaré independiente el fragmento y completa las seis partes para quien guste .

Y lo próximo será: el exorcista de Piamonte, te comentaré acerca de las brujas e inquisidores que aparecen en el vídeo segundo que se me preguntó el otro día y prometí relatar con más detalle.
De paso, como vereís en el desenlace, aparte de los Salazar Frías, veremos que linajes hay aquí en mis tierras: entre ellos los Monteverde, Lugo, Lercaro, Ponte y más. Estas tierras son pequeñas, pero aquí estuvieron Condes y nobles de los considerados "Los grandes" y los grandes edificios emblemáticos que existen hoy en día llevan sus escudos nobiliarios y hoy en día son casas privadas, museos, obispados, ect. ¡

Por haber hay hasta Mausoleo masónico!


Atentamente,

Elena rojas

La sombra ignorada (7)

Buenos días querido lector: 


 La siguiente entrega de la sombra ignorada para empezar el día :

-Sé que aún no lo entiendes demasiado bien, pero es por el propio bien del chico, Álvaro salió y él era un auténtico matado- me explicó Santiago, sin rodeos. –Ahora que no podrá beneficiarse de esa persona anónima, va a quedar muy mal de tanto que se las ha echado. David puede desenvolverse mejor solito- aclaró el director.
-De ahí su insistencia por volver- comprendí.
Todos esperamos a David hasta el mediodía, como seguía sin venir y no respondía a las llamadas. El jefe me ordenó que continuara o con el caso así que salir a buscarlo para detenerlo.
“Muy bien” pensaba, “si quieres cazar a la persona que anda detrás del seudónimo, no puedes empezar de cero, llevará mucho tiempo y repetiría los mismos pasos inútiles que David. Además, si el caso lo empezamos los dos, lo terminamos los dos” decidí y me dirigí a su casa.
Cuando me dejó entrar salía otro hombre.
-¿Sabes quién era?- me preguntó.
-No y no me tiene que importar- indiqué.
-Es un amigo periodista, mañana casualmente se encontrará conmigo y me preguntará por el caso…- prefirió no terminar la frase.
-Cuando lo vea “La sombra” por la tele se ve a coger un mosqueo de padre y señor mío- opiné. -¿Merece la pena? Creo que puede fastidiarte mucho- le planteé.
Si, lo sé, no era la más indicada para preguntarlo.
-Sólo si hay algo que ocultar- contestó.
-Salvo que llevé aparatos y una vez me senté en un banco del colegio con pintura húmeda…- me encogí de hombros.
-Raro, suele escoger a quien puede chantajear y tenerlo bien atado- comentó
-¿Y tú?-.
-Mi hermano traficaba droga y una vez para librarse escondió en mi cuarto droga… pero luego se demostró que yo no tenía nada que ver… me figuro que no lo investigó y le salió por la culata, también me figuro que no cometería el error dos veces. Por algo quiere que ocupes mi puesto-.
-¿Ya  sabes lo que dejó?-.
-No es que sea el más hábil… pero al séptimo mensaje en el contestador lo capto- asintió, -¿venías a convencerme de parte de ellos? Si vas a seguir tú sola con el caso, no me importa-, no veía malicia en sus ojos.
-No, venía a consultarte, empezamos como equipo y terminaremos así aunque sólo llevemos este- expuse, -como me imaginaba que lo tenías claro, venía a consultarte sobre lo que habías indagado acerca de “La sombra”- pedí.
Me miró como si mirase al vecino loco.
-¿Y lo  que yo te digo de que no te metas…? Estoy mal, tomo pastillas, me destrozó la vida, no escuché a mi familia, no tengo novia, no vivo mi vida… ¿sigo enumerando o ya dejé claro que estoy hecho polvo? – me aconsejó.
-¿Has probado a ponerte en contacto con “La sombra”?- le interrogué directamente.
Se me quedó mirando atónito.
Me empezaba a acostumbrar a sus miradas.
-Pues no-.

Regresé al trabajo y le entregué a Santiago la dimisión de David, la verdad no es que se interesara mucho, en realidad ni lo miró, sólo me preguntó por el caso.
-Estoy en ello- me limité a responder a lo que me pareció en ese momento no más que un ratón asustado. Algo gordo debía ocultar.
Me quedé en mi mesa de trabajo hasta tarde y vi como mis compañeros se fueron marchando, leía en sus rostros “ya está igual que David, acabará mal”.
Les iba a demostrar que no.
Al final me quedé sola, bueno, la señora de limpieza me hacía compañía, limpiando todo lo que dejó “La sombra”, le habían ordenado que no se largara hasta que hiciera desaparecer todo.
Por pena, es que a mí se me ablanda el corazón muy fácilmente, me quedé con ella y al final, antes de dejar el centro dejé caer la nota.

Quiero hablar contigo,
has ganado, David dimite y yo ocuparé su puesto
voy a descubrirte, nada tengo que ocultar
también puedes ser más limpio y considerado con doña Mercedes
Elisa

Lo sé, no hace falta que me lo digas, debería haber sido sutil, pero yo no tenía la paciencia de David y no me veía tres años detrás de “La sombra”.
Al regresar a mi piso me encontré a David esperándome en el portal, llevaba una maleta.
-¿Qué haces aquí?- quise saber, extrañada.
-Darte lo que me has pedido, ya que está claro que no vas a abandonar, esto es lo que pude averiguar, no es mucho pero es difícil seguir el rastro a una sombra- opinó, encogiéndose de hombros.
-Gracias, no hacía falta que me lo trajeras esta misma noche, he regresado hoy tarde- comenté.
-También he venido para decirte que tengas cuidado cuando “La sombra” se entere, aunque algo se tiene que imaginar al enterarse de mi dimisión, el caso es de ambos y te exigirá responsabilidades a mí y a ti… no sé de lo que es capaz- concluyó, su voz no temblaba, pero se le veía miedo en los ojos.
-¿Tú seguirás conmigo aunque ya no trabajes ahí?- le pregunté, él afirmó sin dudarlo.
-Entonces ya estoy segura- dictaminé subiendo y haciendo un gesto para que subiera. –Vamos, dos cabezas piensan mejor que una- insistí al verlo pensativo.
Tan pronto como llegamos al piso nos pusimos a mirarlo todo, para mi sorpresa, como no tenía modo de acercarse a “La sombra” ya que no dejaba rastro y dado su grado de perfección tenía que ser alguien que conociese el oficio, se había acercado a él a través de los demás.
Tenía información de sus compañeros, los había estudiado a fondo.
-Todo esto es referente a Maca, este es su secreto con el que “La sombra” le chantajea: su tío murió asesinado y el caso no se resolvió, descubrí que abusaron de ella de pequeña y aunque no lo pueda demostrar reuní suficientes datos para suponer quien fue. Seguro que “La sombra” si habrá conseguido alguna prueba- imaginó. Me quedé boquiabierta, pero sinceramente, entre tú y yo, habría hecho lo mismo.
-Vaya con el tío, le fastidia incluso muerto- me limité a decir.
-Lo de Julián no es ninguna venganza, un corrupto, o más bien drogadicto, o no, no estoy muy seguro si es para propio consumo o para tráfico, lo que sé es que cada vez que se confisca droga, algún kilito se pierde- siguió.

-Está más pillado que Maca y “La sombra” lo podrá demostrar fácilmente- razoné, -y en cuanto al uso me figuro que un poquito de las dos- añadí, mirando el material. -¿Y de Santiago?-.


miércoles, 29 de julio de 2015

Buenas tardes querido lector: Mañana tocará nueva entrega de la Sombra Ignorada, y la última parte del relato ¿Por qué Salazar? ¿Por qué yo? Espero que os esté gustando los relatos, intentaré poner variedad para los que les guste más, relatos cortos de sólo una parte, de varias; y más cosas históricas. Espero que los vídeos les resulte amenos, interesantes e ilustrativos, y espero ir mejorando con la creación de nuevos de ellos. Atentamente, Elena Rojas

La sombra ignorada (6)


Buenas tardes querido lector:



-Al principio estábamos un tanto contentos, ganábamos un sueldo y no hacíamos el trabajo y a esa persona no parecía importarle seguir en el anonimato y no ganar nada a cambio… Santiago empezó a adquirir fama y a Álvaro, el antiguo ayudante también le empezó a cogerle el gustito y a echárselas… ahí empezó a enfadarse La sombra y a imponer su voluntad… Pronto nos convertimos en sus asustadizos subordinados, no sé como tiene acceso a todo, pero lo tiene…- aseguró con una sonrisa amarga.
-David, hay que averiguar quien es- expuse yo. Ahí se que se rió con ganas.
-¿Qué crees? ¿Qué a ninguno se nos ha ocurrido descubrirle? Que no eres la única que vino aquí con ganas, lo intentamos todo, pero cada vez que nos quedábamos a espiar él no venía, no sé como porras lo sabía…-.
-David, para saber sobre los casos y cuando se quedaban a esperarlo tenía que ser uno de ustedes- apunté.
-La cosa es que estábamos todos juntos esperándole- aclaró, ahí me callé.
-Cuando Álvaro se empezó a pasar la sombra se enfadó y le amenazó de que si seguía así todos los casos de sus compañeros se resolverían menos los suyos. Él no hizo caso y los casos seguían apareciendo resueltos, pero cuando iba a arrestar al culpable descubría que le había preparado una trampa, le pasó tres veces y en cada una lo intentaba tapar todo para que no lo supiera nadie y siguiera la fama. Al final se vio obligado a marcharse, la sombra lo expulsó por no comportarse como él quería…-.
-¿Y cómo quiere que se comporten?- pregunté.
-Depende de cada uno, yo por ejemplo, se enfadó hace seis meses porque a pesar de que había resuelto el caso no quise darlo yo resuelto porque el asesino fue una niña de seis años que mató a su padre porque maltrataba a su madre. Pero él es exigente, los quiere todos, absolutamente todos, resueltos… y así con cosas que van surgiendo. A Santiago le exige que consiga determinados casos que él quiere descifrar… que eche o incluya a tal persona. Suele escoger a los mejores para demostrar que él es aún mejor… a veces, por algún motivo, exige dinero o que consigamos varios billetes al extranjero. Siempre intentamos localizarle pero cuando averiguamos cual fue su verdadero destino ya es tarde…- siguió contando.
-Vamos, que también le gusta irse de vacaciones, ¿y mientras él está de vacaciones…?-.
-Nosotros ya estamos tan absorbidos por él que tenemos que también coger vacaciones al mismo tiempo. Al principio las malgastamos en perseguirle… ya no-.
-¿Y supongo que cámaras…?-, se volvió a echar a reír.
-Conoce mejor que nadie este edificio. Santiago, Maca, Enrique y Julián ya prefieren no hacer caso, dejar pasar y punto… así no se vuelven locos. Quizá así  han sido más inteligentes que yo… llevo tres años en que me obsesioné intentando descubrirle, no hizo más que reírse de mí… yo ya estoy cansado y voy a hacer que me eche cuando vea que no quiero encerrar a un pobre loco infeliz  que pensaba que salvaba a su amigo matándolo… se enfadará y obligará a Santiago que se asegure de que no trabaje en ningún otro sitio y que acabe dirigiendo el tráfico… ya me da igual. Ha ganado  y he aceptado que es el más inteligente y el Dios que quiere ser aquí… a veces me pregunto si es humano o está vivo-.
En aquellos momentos vi a un joven con el alma vieja y cansada, con ojos derrotados y resignados.
-No habré ganado la guerra, pero si esta última batalla. Habrá un caso sin resolver, una mancha en su condenado expediente intachable y me da igual las consecuencias- aseguró con firme decisión. –Y tú, Elisa, o lo aceptas y haces como ellos o te volverás loca como yo, también tienes la opción de marcharte- me expuso antes de marcharse.
Salí de la habitación, el resto del equipo me miró y lo supo.
“Ya estás dentro”.
¿Piensas que al oír esto dudé?
¿Qué me entró miedo y recapacité?
Ni por un momento.
No me sirvió la experiencia de David, estaba tan ciega que sólo veía que ese era mi caso, él que estaba destinado a resolverlo yo y me lanzaría al cumplimiento de mis sueños.
Si, una persona puede  cometer muchos errores cuando es tozuda e impulsiva.

David dejó marcharse al vecino y no le comentó nada a los compañeros. Al día siguiente cuando volví al trabajo no encontré a nadie del equipo en sus mesas, sólo encontré a la señora de la limpieza regando las plantas.
-Están todos en el despacho del jefe- me indicó. – Y dígale a su amigo que no lo enfade, que soy yo la que luego limpia lo que hace- pidió.
-¿Perdón? ¿Qué ha hecho David?- pregunté, -¿qué ensució?-.
-Niña… su amigo ha enfadado a La sombra y  se expresa dejando mensajes por todas partes- señaló a la sala donde se reúne todos para hablar.
Entré un momento y vi como la pizarra, las sillas, mesas y paredes tenían el mismo mensaje.

“Encierra al vecino del suicida, David, o Elisa ocupará tu puesto”

Estaba escrito con letra de imprenta así que comprendí que, efectivamente, era muy inteligente y ya estaba cansado de David, él único que le plantaba cara y a lo mejor, sin él saberlo, empezaba a acercarse. Mientras que yo no sería más que su juguete para demostrarse que era más listo que yo.
Pues yo también le daría guerra.
Aunque te suene raro, en eso no me equivoqué.
Fui al despacho de Santiago, donde se encontraban todos reunidos.
-¿Sabes dónde está David? Porque la está fastidiando- se quejó Julián.
-Yo también te deseo buenos días- ironicé. – No, pensaba que había venido- repliqué.
-Si esta no se entera de nada- replicó.
-Julián, vale ya, tú tardaste dos meses en pillarlo- le recordó Maca, irritada.
-Elisa, el caso es también tuyo y últimamente David ya no lleva bien esto ¿por qué no lo terminas tú y dejamos que él se marche, que es lo que quiere?- me propuso Santiago.
-No exactamente, él quiere terminar el caso como no resuelto- me atreví a corregirle con cautela.
-Pues por eso, hay que evitarlo, en serio, no te imaginas de que es capaz esa “sombra” cuando se enfada- suplicó Maca, nerviosa. –Es que nos tiene a todos pillados ¿sabes? Y puede arruinarnos- siguió.
-¿En qué sentidos les tiene pillados?- inquirí.

-Pues que a estas alturas ya debe saber los trapos sucios o tus secretos del pasado y los utilizará contra ti si no haces lo que quieres. Todo tiene un precio y una vez que entras para salir es por la puerta pequeña y tocando fondo- soltó Julián crispado.

Atentamente,

Elena Rojas

¿Por qué Salazar? ¿Por qué yo? Completo

Buenos días querido lector:

Aqui las cinco partes a falta del final



Y los tres vídeos

¿Por qué Salazar¿ ¿Por qué yo?
Su historia. Mi historia
Esta es la historia que te quería contar:
Mi historia; la de Salazar.
¿Por qué yo?
¿Por qué Salazar?
¿Por qué “El abogado de las brujas”?
Esta es la pregunta que le enseñan a hacer a todo historiador ¿Por qué? Causa y consecuencia.
Esto está también basado en hechos reales, en como dos personas de siglos distintos se encuentran, se conocen  casualidad (¿o no?) y a partir de ahí son inseparables, no pueden vivir el uno sin el otro; se irán encontrando con el paso de los años como ironía de lo casual y el destino.
Todo empieza en una fría y húmeda universidad, pequeña pero atiborrada de estudiantes que van y vienen; cargados de libros, exámenes y un sinfín de trabajos que había que entregar en fechas imposibles.
En ese amasijo de estudiantes aún sin titular había una joven que estaba en su segundo curso de Historia. Ella también debía hacer trabajos como si de una maratón se tratase. Así que de la larga lista escogió uno que cumplía con los suficientes requisitos a su juicio:
·         Estaba libre.
·         Le llamaba la atención más que otros temas más bien aburridetes y tediosos.
De modo que escogió a la ligera y a lo caprichoso. A la ligera eligió cambiar el rumbo de su vida.
Lo siguiente que podemos ver es a una chica encerrada en su habitación con un ordenador y un reguero de libros en el suelo y en la cama un tanto extraños. Su madre se asomaba por la puerta y se preguntaba si su niña estudiaba historia o esoterismo.
Brujas por allá, demonios por aquí.
La Inquisición a la izquierda de la hechicería y aplastada por obsoletos manuales de aquelarres y torturas.
¿Estaba investigando para Historia Moderna o para el Cuarto Milenio?
La aspirante a aprobar el curso a pesar de toda adversidad logró finalizar su trabajo, exponerlo y sacar sus exámenes. Eso anunciaba la llegada del glorioso verano para descansar y ponerse morena.
Sin embargo, algo la reconcomía, le causaba fiebre y dolor de cabeza; no la dejaba relajarse o desconectar.
Extrañamente, ahí (enterrado bajo pilas de trabajos que ya ni recordaba) un curioso caso le venía a su mente y no la dejaba soñar con otra cosa.
Salazar Frías se le colaba en sus pensamientos.
Aquel extraño personaje, que había conocido en un viejo libro amarillento y rancio, tenía vida propia. Lograba salir del tercer piso de la biblioteca (y del siglo XVII) e ir a buscarla.
Así que volvió a la biblioteca en vez de irse a la playa. Llegó por primera vez sin prisas ( sin tener que sacar diez libros de lecturita para dos días) y fue derecha al estante, pues aún siendo alumna ya se sabía de memoria la planta de Historia. Cogió el libro y leyó tranquilamente el extraño caso del Abogado de las brujas.
Y sin ni si quisiera pensarlo, lo decidió

Dio paso a un verano diferente y… atípico
La playa con un helado en la mano fue sustituido por un ordenador y un abanico. Durante dos meses una joven de diecinueve años se dedicó en cuerpo y alma a seguir investigando y escribiendo el extraño caso de las brujas de Zugarramurdi.
¿Y cómo es que una chica no aprovechaba sus meses de descanso y se enfrascaba en una carrera a contrarreloj?
No era una obsesión, es que no tenía opción.
Si deseaba escribir el relato debía hacerlo antes que comenzara el curso y ya no tendría tiempo para escribir otra cosa que comentarios históricos y exámenes. Aquella trepidante y asombrosa historia le había calado en el alma.
Y lo peor
¡Ahora no salía!
Si señores, Salazar de Frías no salía de su cabeza; si no la escribía, temía que la sombra del personaje se le quedara tan hondo que la terminara ahogándola.
Debía dar a conocer quién fue el Abogado de las brujas, qué pasó en Zugarramurdi y todos los pueblos vecinos del norte, qué decidieron los inquisidores hacer para acabar con el caos brujeril…todo. Así ella se quedaría en paz y habría cumplido con su parte, como si de un pacto se tratase entre una estudiante del siglo XXI y un inquisidor del siglo XVII.
Así escribía su historia en una novela basada en hechos reales con unas pinceladas de fantasía y magia. Los personajes muertes en archivos inquisitoriales cobraban aliento y voz en sus palabras.
Hasta que terminó. Tras dos meses intensos.
Respiró hondo, Salazar debía estar satisfecho: había acabado a tiempo. Ahora podría estudiar tranquila su tercer curso, aunque echaría de menos a aquel extraordinario personaje.
…o eso creía.
Pasaron unos meses…
Totalmente, tranquila, estudiando. Los días eran rutinas agradables y apacibles: biblioteca por la mañana, clase por la tarde y a la noche siempre era mejor adelantar algo de tarea después de la cena.
Tenía una novela flamante en la novela que aún olía a recién hecha como los bizcochos aún calientes y crujientes en su corteza pero blandos por dentro. Así estaba el libro en su ordenador.
¿Qué haría con él?
Si deseaba dar a conocer la increíble historia de Salazar morirse en la solitaria computadora no era una opción. Obviamente había que editarlo.
¡Qué fácil de decir y que complicado de hacer! Tendría que buscar editoriales a ver si, por cual extraño milagro, alguna le interesaba una escritora novel de tantísimos que debería de haber.
Su madre llevaba leyendo la novela desde que la terminó en verano y se había pasado unos meses escudriñándola para criticarla, revisarla y corregir aquello que se debiera para mejorar la comprensión y deleite de la obra.
¡Y menos mal que lo hizo! ¡Cuántas cosas se cambiaron! ¡Ufffffff! Juventud esta que con las prisas se saltan mil detalles, menos mal que las madres están siempre para salvar la situación…
En aquel otoño del tercer curso andaba ella atorrollada haciéndose una lista de editoriales, preguntándose si alguna respondería.
Un amigo le saltó del chat pero en ese momento a ella no le apetecía nada hablar ¡estaba ocupada! A ver quién le decía a un inquisidor del siglo XVII que no estaba haciendo nada por estar de chateo. De modo que le dijo claramente al amigo que andaba liada buscando editoriales.
Casualidades tramadas por el destino que el tal amigo tenía otro amigo que trabajaba en una editorial. Era justo la puerta que necesitaba: que fuera un trabajador desde dentro que la presentase y no otro manuscrito llegado por correo de miles.
En resumidas cuentas, aquel hombre respondió a su correo y solicitud, recogió su novela y la presentó a la editorial y…
Fue admitida, sería publicada, en papel.
La sombra de Salazar se marcharía satisfecha. O eso volvió a pensar ella.
____________________________________________________________________________
Saldría al año siguiente.
Entre papeleos y preparativos había llegado el cuarto curso sin darse ni siquiera cuenta y allá por un mes de noviembre de 2010, llegaba su ejemplar de la novela impresa.
La vio. La olió. Pasó las páginas. La miraba con la misma ternura que una madre mira a su bebé: ahí estaba su obra recién nacida.
La felicidad la embriagó y le dio fuerzas para lo que se avecinaba:
Presentaciones de la novela, entrevistas, charlas, librerías, ferias y más ferias. Por si no te lo había dicho: ¡ferias!
Eran horas, paciencia, sonrisas por doquier. Agotaba pero siempre merecía la pena aunque sólo fuera por conocer nuevas personas. Habían días rotundos y absolutos, otros en que pensabas: “ya será mañana otro día”.
Eran momentos de no parar, o estaba en clase, o estudiaba o iba corriendo a algún acto de promoción. Porque por suerte las había.
Y es que tenía ayuda ¡y mucha!
El apoyo incondicional de mi familia, mis compañeros de facultad se volcaron y animaron, los profesores mostraron su sorpresa y alegría.
Lo había hecho en verano sin decir nada, no es que quisiera ocultarlo; es que todo resultó espontáneo y ella aún no sabía que tenía el privilegio de haber un especialista de la inquisición en la universidad. La muy “perspicaz” se enteró una vez escrito y publicado el libro.
Cual fue la sorpresa del profesor más duro, respetado y temido de la facultad leer la portada de un libro que tenía un pasajero del tranvía y reconocer nombre y foto de una alumna  suya: y lo peor, su trabajo que presentaba a exposición iba del mismo tema; había aprovechado ya el trabajo de investigación. Así que la pilló, abordó y ayudó preparando todo para un acto.
Pero no fueron los únicos que la apoyaron, fuera del ámbito académico conoció periodistas y escritores que de buena gana se pusieron en contacto con ella. Se convirtieron en mentores y consejeros, la introdujeron en el mundo de las ferias y los actos. Conoció libreros que dejaron un espacio para ella y personas que compraban para ayudarla.
La única pena que tenía ella era no conocer cara a cara a todo aquel que compró el libro y se hizo una idea de Salazar, sin poder saber qué opinaba sobre él. Pero hubieron situaciones bastantes curiosas que le hacían reír el alma y guiñarle un ojo a Salazar.
Tras aquel intenso cuarto curso de Historia le sucedió el quinto. Aquel era el año de la finalización de la carrera, la preparación de la orla, pensar en el futuro incierto del trabajo dada la omnipresente crisis y defender el examen de idiomas oficial que ahora se exigía. Así que (con este también intenso panorama), la estudiante a punto de ser licenciada se limitó a escuchar a sus amistades y sus situaciones rocambolescas.
“El mes pasado viajé, y durante mi trayecto en tren una señora leía tu libro”.
“He enviado un ejemplar vía correo para mi amiga que vive al otro lado del charco, pues le gusta las brujas”.
“Espera, espera, tu eres la escritora, si esto, espera, yo me acuerdo del título, es que lo compré pero se lo di a mi tía y no me lo devolvió, ¿si eres no? Te pareces a la de la foto…”.
Incluso acabado la carrera, empezado a trabajar, desconectada ya de Salazar y los momentos maravillosos de cuando fue estudiante y escritora… todavía aún, se acercaba algún vecino que trabajaba enfrente suya que la conocía sin haberse hablado nunca, y era que recordaba que hace unos años se había comprado el libro, leído y vete a saber dónde estaba.
¿Era casualidades o Salazar de vez en cuando regresaba como sombra para que no le olvidara?
Casualidades, no podía aún seguirla, en su momento cumplió con el pacto extraño de una joven del siglo XXI y un inquisidor del siglo XVII.
Ay, subestimaba la tenacidad de aquel extraordinario inquisidor, claro que no eran casualidades. Y dado que aquella tozuda no se quería dar por enterada sería menos sutil con sus señales.
Vaya que si…..
Pasaron los días, cortos y estresantes.
Pasaron los meses, con prisas y el reloj gritándole ¡llegas tarde! ¡LLEGAS TARDE!
Pasaron los primeros años, entre clases y alumnos, clientes y ordenadores, exámenes y currículums.
Ella andaba entretenida todo el día. Muchos horarios, muchas horas de entrada y salida todo el día. Corría todo el día.
Así que Salazar esperaba paciente, no le iba a escuchar.
De vez en cuando su madre le recordaba que qué pasaba con la novela, si decidiría editarla de nuevo, pero ella tozuda, no tenía tiempo. Estaba centrada en las clases que debía impartir y en presentarse a exámenes de idiomas para obtener título. Le encantaba enseñar, era su pasión y sus alumnos llenaban su alma; pero también le fatigaba mucho.
Con tantas prisas, no veía ciertos detalles, ciertos mensajes sutiles.
Pasaba por la calle y no veía el letrero que decía “…Salazar y Frías: abogado” ¿Para qué iba a mirar? Ella no necesitaba ningún abogado.
Las insistencias de su madre y algunos amigos…no las oía del todo.
Encontrar su propio libro en unos estantes mientras buscaba otro de inglés…no le decía nada.
Pasar mil veces por delante del Obispado, cuyo edificio era propiedad de la antigua familia noble de los Salazar y Cologan…tampoco le decía nada.
Si ella pudiese ver la sombra del inquisidor, vería como se tiraba del cabello e imploraba a Dios con los brazos abiertos.
Pero si algo definía a Salazar, era su tenacidad y persistencia. E ideó el plan maestro para hacerla parar un momento y reflexionar.
Lo primero: ¡tenía que encontrar un empleo más sosegado!
A finales de aquel año, mientras impartía una de sus clases, recibió una llamada la joven.
Debía empezar a trabajar de inmediato en el museo.
Salazar sonrió en la sombra.

Perfecto.

Esta tarde: la sombra ignorada


¡Esta tarde nueva parte de la sombra ignorada!

¿Por qué Salazar? ¿Por qué yo? (5)

Buenos días querido lector:

Empecemos el día con la quinta parte de este relato, como resultó ser más largo de lo que yo pensé en un principio, lo he dividido en dos, con que habrá una parte más.

Aquí además, tenemos el tercer vídeo, atentos a las imágenes, vereís los lugares reales.



Pasaron los días, cortos y estresantes.
Pasaron los meses, con prisas y el reloj gritándole ¡llegas tarde! ¡LLEGAS TARDE!
Pasaron los primeros años, entre clases y alumnos, clientes y ordenadores, exámenes y currículums.
Ella andaba entretenida todo el día. Muchos horarios, muchas horas de entrada y salida todo el día. Corría todo el día.
Así que Salazar esperaba paciente, no le iba a escuchar.
De vez en cuando su madre le recordaba que qué pasaba con la novela, si decidiría editarla de nuevo, pero ella tozuda, no tenía tiempo. Estaba centrada en las clases que debía impartir y en presentarse a exámenes de idiomas para obtener título. Le encantaba enseñar, era su pasión y sus alumnos llenaban su alma; pero también le fatigaba mucho.
Con tantas prisas, no veía ciertos detalles, ciertos mensajes sutiles.
Pasaba por la calle y no veía el letrero que decía “…Salazar y Frías: abogado” ¿Para qué iba a mirar? Ella no necesitaba ningún abogado.
Las insistencias de su madre y algunos amigos…no las oía del todo.
Encontrar su propio libro en unos estantes mientras buscaba otro de inglés…no le decía nada.
Pasar mil veces por delante del Obispado, cuyo edificio era propiedad de la antigua familia noble de los Salazar y Cologan…tampoco le decía nada.
Ser invitada a una biblioteca privada para que cogiese los libros que quisiese antes que desapareciera dicha biblioteca y encontrar los libros de las brujas de Zugarramurdi...no le pareció extraordinaria coincidencia
Si ella pudiese ver la sombra del inquisidor, vería como se tiraba del cabello e imploraba a Dios con los brazos abiertos.
Pero si algo definía a Salazar, era su tenacidad y persistencia. E ideó el plan maestro para hacerla parar un momento y reflexionar.
Lo primero: ¡tenía que encontrar un empleo más sosegado!
A finales de aquel año, mientras impartía una de sus clases, recibió una llamada la joven.
Debía empezar a trabajar de inmediato en el museo.
Salazar sonrió en la sombra.

Perfecto.

Atentamente,

Elena Rojas