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domingo, 30 de agosto de 2015

El reloj perfecto


Buenos días querido lector:

EL RELOJ PERFECTO


Finalmente Diego lo puso en venta.
Ojalá no lo hubiese tenido que ponerlo.
Desalentado, siguió con el otro reloj que estaba arreglando.
Cristina  entró en la relojería, por más que entraba ahí diariamente no se cansaba de contemplarla:
Se respiraba a antigüedad y artesanía a pesar de que en los principales escaparates lucían modelos nuevos y modernos, pero el mostrador seguía siendo el que compró el padre de Diego  cuando era joven, en lo alto de las paredes aún se veían cucos que nunca se llegaron a vender; algunos sencillos y otros obras de arte hechos a mano por algún relojero con mucha paciencia y minuciosidad. No obstante los muñequitos de todos parecían observarla aunque no estuviesen a la vista. Curiosos y extravagantes péndulos se alienaban en el fondo, todos al mismo ritmo y exigentes con la hora. Por la puerta de una esquina se distinguía un pedazo de la mesa del trabajo, cubierto con diminutas rueditas, correas, cajitas, pequeñas herramientas… que delataban horas de trabajo nocturnas de manos hábiles y experimentadas…
Cristina suspiró pensando que ya poco trabajo tendrían los relojeros en cuanto a arreglar relojes, hoy en día se compraban y tiraban, punto. Y ya no hacía falta conocer el oficio para abrir una tienda, sólo poner las pilitas y labia para vender sobretodo.
Algo que le vendría bien a Diego opinó para sus adentros antes de que él saliera a atenderla.
-Hola, Cristina- saludó, pero sin mucho entusiasmo.
-He traído café- comentó ella, tendiéndole uno de los vasos de plástico que había comprado en una cafetería.
-Si hoy me tocaba a mí- replicó él, sacudiendo la bolsita de azúcar.
-Ya… pero como ya son las once pensé que a este paso sería el almuerzo en vez del desayuno- apuntó ella, destapando el suyo.
-Ayyyy… perdona, estaba distraído y no me di cuenta- se disculpó avergonzado de que le hubiese pasado otra vez.
-Tranquilo, como no tienes reloj te comprendo- ironizó Cristina, Diego se sonrojó.
-Déjame que lo que queda de semana sea yo el que invite- ofertó bajando la cabeza.
-¿Y esa cara?- le interrogó, percatándose de su tristeza.
-No es nada, lo de siempre… calabazas en el amor- mencionó por encima, sin levantar cabeza, como acostumbraba hacer para no contar detalladamente.
-Esta vez ha tenido que ser fuerte, lo has puesto en venta- se fijó al ver el reloj en el escaparate y con su etiqueta para el precio.
-Si… bueno, ya iba siendo hora- opinó tomándose el café de un trago, tiró el vaso en una papelera y cogió un paño y limpia cristales. –No te entretengo, puede entrar un cliente en tu papelería y…-.
-¿Pero es que nunca me contarás la historia de ese reloj?- resopló ella, -sabes de sobra que ahora mi hermana está en mi tienda cubriéndome- añadió.
Diego suspiró, quizá por una vez debería contar algo que no se resumiera en una frase.
-Todo empezó cuando tenía seis años… todo empezó con la llegada de ese reloj al poco de mi padre abrir la tienda- comenzó, evocando los recuerdos de cuando no era más que un crío.
-¿Y cómo llegó el reloj?- se interesó Cristina, animándole a seguir.
- Estaba yo jugando en la trastienda cuando me llamó la atención los alterados que de repente se pusieron mis padres, fui a ver y me encontré a una niñita de mi edad en lágrimas y suplicando que se lo comprasen. Al  principio mis padres se negaban, el valor de aquella pieza no la reunían ellos con todo el dinero de la caja, mercancía y ahorros… tenía muchísimo valor y mis padres acababan de abrir el negocio y aún no tenían mucho.
Aún veo perfectamente su carita desesperada y afirmando que no hacía falta que le diesen el valor real del reloj, yo veía que con muy poco se conformaría. Después de pensarlo mis padres decidieron darle lo que tenían en caja por aquella pieza y luego venderlo por su valor real, así sería una buena inversión. Yo no entendía como una niña con ropa que necesitaba remiendos tenía un “tesorito” como les pregunté a mis padres en su momento, podría haber sido robado.
Sin embargo mis padres sabían perfectamente que aquella chiquilla era hija de lo que en su día fue una gran comerciante, y a  aquel comerciante le había regalado su mujer un gran reloj por su cumpleaños. Ése sería su último regalo antes de fallecer la mujer. A partir de ahí el comerciante fue de mal en peor y acabó en la ruina y vendiéndolo todo, los vecinos comentaban que el amor que sentía por su esposa lo había cegado en los negocios…
Yo no lo sé… lo que sé perfectamente es como día tras día se pasaba la niña a ver el reloj, cuando lo distinguía en el escaparate, se ponía radiante de felicidad al comprobar que todavía ningún cliente se lo había llevado. Yo solía preguntarle que a qué debía esa felicidad y ella me respondía porque su madre aún no la había abandonado…
Me contaba a menudo en susurros (pues visitaba la tienda a escondidas, antes de ir al colegio) que se lo quitó al padre mientras dormía, que no le quedaba otra cosa por vender y que tenía hambre… su padre le alegaba a menudo que había traicionado a su madre entregándola por unos duros… así que la niña habitualmente murmuraba al reloj cuando no había nadie y le rogaba a su madre perdón pero que tenía que llevar comida a papá.
Frecuentemente oía a mis padres comentar con los vecinos que el viejo comerciante era ya sólo un huraño loco y que lo chiquilla ayudaba en la panadería después del colegio a cambio de pan para cenar, debido a que su padre no trabaja en sus últimos años y sólo vociferaba que dónde estaba el reloj, que se había obsesionado con él y pensaba que si lo recuperaba volvería su mujer… suerte que no salía de su casa.
Yo la miraba todas las mañanas desde la trastienda, soñoliento, con el pijama y mi madre diciéndome que llegaría tarde a clase. Sentía lástima por el infortunio de ella y la devoción que tenía por el reloj.
Un día me acerqué y le pregunté si ella pensaba al igual que el padre, me dijo que no, pero a veces me juraba que por un momento la veía. Supongo que era su deseo y su modo de superarlo… también me prometía a menudo de que si nadie se lo llevaba, cuando fuera grande lo compraría y se lo devolvería a su papá…a mí se me ponía el corazón en un puño.
 Mis padres maldecían el reloj porque nadie podía permitirse comprar semejante pieza, aunque ya lo habían rebajado en varias ocasiones, peores tiempos habían antes… una tarde entró un extranjero con traje, sombrero y bastón que a mí me pareció un gigante, se había interesado en el reloj, mis padres por poco no dieron saltas de alegría aunque yo me entristecí porque si el reloj desaparecía sabría que ella lloraría y la perdería, era mi única amiga… así que mientras ellos hacían el negocio yo escondí el reloj… imagínate, mis padres no sospecharon de mí y creyeron que en lo que ellos hablaban con el extranjero se lo habían robado, incluso acusaron al extranjero de cómplice…
Si volviese atrás no lo habría hecho.
A partir de entonces lo tuve yo y se lo enseñaba a ella a escondidas, quise dárselo pero lo rechazó y juró que lo compraría por el precio que habían puesto mis padres… fuimos creciendo y nos convertimos en adolescentes y novios.
Entonces a su padre le llegó la hora y con su muerte ella se tendría que marchar, nos queríamos mucho y juramos amor eterno, yo quedé en quedarme en esta tienda y esperarla, ella en regresar un día, comprar el reloj y casarnos…
No te voy a decir que esperé diez años… o quizá si, mis padres  murieron y la tienda pasó a ser mía, con que saqué el reloj pero sin ponerlo en venta. Me he dicho mil veces que aquello fue una chiquillada y que no volvería para así sentirme bien cuando salía con alguna chica, no obstante…
Ninguna, no creo que hayan sido ellas… sino yo, no puedo evitar compararlas y tengo la sensación de que ninguna es tan buena como mi primer amor y que no siento  lo que experimenté la primera vez y que me llenó tanto… tanto he buscado rellenar el vacío tan grande que cada vez se ha hecho mayor el agujero dentro de mí.
Ya me empezaba a convencer que estaba condenado a estar solo para el resto de mi vida cuando llegó de improviso…Miriam.
Miriam, lo pronuncié con tanto júbilo la primera vez que la volví a ver y con tanto desaliento para dejarla… ya me duele decir su nombre, como si fuera una daga que se me clava cada vez lo digo.
Parecía el cuento de hadas, volvió y enseguida hablamos de boda, estar juntos para siempre… compró el reloj….
Pero lo devolvió cuando reconoció que en sí ya no lo necesitaba, que había superado lo de su madre desde hace mucho tiempo y que en realidad lo hizo porque lo prometió… yo no era al que recordaba ni yo vi en ella de la que me había enamorado. Al principio no lo quisimos reconocer y lo intentamos contra viento y marea… pero al final afrontamos la realidad de que aquellos adolescentes estaban muertos y los adultos no nos llamaban.
Ella si había esperado con anhelo y sin olvidarme un solo día… hasta el punto que me idealizó, eso me reveló y yo me sentí fatal por intentar salir con otras y lloriquear aludiendo gran amor.
Supongo que va siendo hora de madurar y de olvidar cuentos de hadas- terminó, jugueteando con el trapo limpio de no haber limpiado nada, ni su corazón.
-Creía que sólo tenía la manía de no encontrar ningún reloj perfecto para mí, por eso no he llevado ninguno, pero creo que también he buscado la chica perfecta y al final no hay ninguna… será que soy demasiado exigente o qué se yo- añadió antes de desaparecer por la trastienda.

Aquel era el momento o nunca.
-Yo al revés, siempre me han parecido todos los chicos que me han gustado perfectos pero que yo no lo merezco, así que  siempre me he callado o he huido de un posible amor, limitándome a contemplarlo-.
Diego se volvió, Cristina no acostumbraba a hablar de sí.
-Ya sé que para ti sólo soy la chica de los cafés y una amiga y nada más y que llevo años delante de ti pero nunca me has visto… a mí tu me gustas, no espera… debe ser que te quiero porque hasta ahora me he conformado con eso, sin embargo quiero más, no me es suficiente, no soy perfecta ni nunca he procurado llamar tu atención pero si yo…-.
-¿Si tú?- quiso saber, mirándome por primera vez fijamente.
-¿Si yo te comprara un reloj te lo pondrías?- pregunté.
Afirmó con la cabeza.
Cristina miró su cartera, no había mucho dinero, la papelería no daba para lujos, así que se paseó delante de los escaparates y escogió uno modesto y discreto, nada que ver con el reloj que en su día trajo Miriam.
Cristina le dio el dinero, él sacó el reloj y se lo puso directamente en la muñeca.
Lo observó detenidamente como a los demás antes de verles algo que no le gustase para él. Había mirado con desdén este antes.
Ahora no consiguió verle nada malo.
El reloj perfecto.
No habían sido los relojes ni las chicas.
Sino él.
No se hallaba a sí mismo.
Ella lo había encontrado en un momento y él llevaba años de búsqueda infructuosa.
-Soy yo el que no te merezco- concluyó antes de darle un beso.
En ese momento entró un cliente preguntando si el magnífico reloj del escaparate estaba en venta.

Diego afirmó entregando con él su vida pasada y quedándose el nuevo con una nueva vida.

Atentamente,

Elena Rojas

La sombra ignorada (12)


Buenos días querido lector:


-¡Suéltame!- chilló ella.
-¡Suéltala!- gritamos David y yo.
-¿No es sospechoso? “La sombra” no ha aparecido, ¡seguro que en cuanto se esfume aparece!-.
-¡Lo confieso, he matado! A mi tío porque abusó de mí ¡Pero no he hecho nada más!- juró quitándoselo de encima.
-¡¿La han oído?! ¡Es ella!- se desquició Julián.
-¡Cierra el pico, drogadicto traficante!- le espeté yo, él paró, atónito.
-¡Es ella! ¡Es la que chantajea! ¡Lo sabe!- me acusó ahora a mí, levantando la pistola y apuntándome.
-¡Se lo dije yo! ¡Baja eso, histérico!- le ordenó David, poniéndose delante de mí.
-¡Tú! ¿Y cómo osaste desafiarlo? ¿Fuiste tú? ¿Por eso lo sabes?- continuó Julián, sin bajar el arma y temblándole el brazo, los ojos parecían salirse de sus órbitas.
-Baja eso, así no resolveremos nada, debemos vigilar las cámaras- propuso Enrique, intentando bajarle el brazo, Julián no se dejó.
-Haced lo que quieran, me voy- repitió Maca.
-Y yo- se apuntó Enrique, siguiéndola.
-¡DE AQUÍ NO SE VA NADIE!- ordenó Santiago, hasta ahora callado y cerrando la puerta, - si es algún presente el que me ha estado tocando los huevos estos años… no se librará- sentenció, apuntándonos a todos, nos quedamos observando su cara contraída y sus músculos tensos.
Y él se quedó observando algo en la cámara… o alguien.
-¡Maldito hijo de…!- no le oímos terminar porque salió disparado  por el pasillo. Todos nos viramos a las cámaras.
-¿Qué ha visto? ¿Alguien ve algo?- interrogó Enrique, escudriñando las pantallas.
-¡Aquí! En el laboratorio primero- descubrió David.
No se le veía la cara.
Ni falta nos hizo, salimos todos corriendo.
Alcanzamos las escaleras.
Se apagó la luz.
Maca gritó al caerse.
Santiago también vociferaba a lo lejos.
Alguien me calló encima.
¡Un disparo!
Todos caímos y rodamos por los escalones.
¡Más gritos!
¡Otro disparo!
¡El tercero sonó mucho más cerca!
Algo tibio cayó en mi cara.
-¿Todos bien?- interrogó David, incorporándose, había quedado encima de todos, encendió la luz de su linterna.
-¡No tengo mi arma! Creo que se me disparó cuando Julián tropezó conmigo- se asustó Enrique, levantándose para dejarme libre.
-¡Y una porra, capullo! Has aprovechado la ocasión- acusó Julián, rodando para quedarse boca arriba, la sangre salía de su costado. Tenía mi cara manchada con su sangre.
Me levanté sin aire, aplastada por los tres hombres. Maca se había quedado zumbada del golpe que se había dado con el escalón y de haber estado debajo de todos.
David sacó su móvil.
-No tengo cobertura-.
-Debería haberla, yo tampoco tengo- se percató Enrique.
-Intentadlo con el teléfono de las oficinas- ordené quitándome la chaqueta y apretando la herida del costado de Julián.
Si te soy sincera, no pensé en salvarle la vida de ese hombre, pues era un peligro, aún moribundo no dejaba de apuntarnos, sino que tenía que ir a la cárcel por corrupto.
-No hay línea- informó Enrique.
-“La sombra” ha llegado- anunció David.

Yacían dos muertos.
Uno, derribado en su mesa de trabajo, Santiago, con un disparo en el pecho.
El otro en el baño, cuando había intentado esconderse, Álvaro, el antiguo ayudante.
Álvaro, el ladrón.
-Deberíamos habérnoslo imaginado, ¿quién si no sabía qué pasaba aquí y quería seguir triunfando?- lamentó Maca, un poco repuesta pero aterrorizada.
Al igual que todos.
Enrique se había quedado con Julián, intentando que aguantara mientras uno de nosotros saldría a pedir ayuda.
Fuimos David, Maca y yo.
No queríamos vernos solos ante “La sombra” que ya había cumplido por dos veces sus amenazas.
Sin embargo, en nuestro interior no nos dejaba el alma tranquila la idea de que “La sombra” estuviese todo el rato a nuestro lado…
Nos acechábamos y rogábamos que no hubiese sido un error dejar a Enrique con Julián.
En aquellas circunstancias poco valía lo que hubiésemos averiguado anteriormente.
Salvo lo último que averigüé.
Nos acercamos a una puerta que daba a las escaleras de incendio.
-Cerrada, no me extrañaría encontrarlo todo cerrado- apuntó David.
Disparé contra el cristal de la puerta, se hizo añicos.
-Por la pequeña ventana cabes, Maca, ve a pedir ayuda-, ella no se lo pensó y pasó.
-Venid también- rogó, -regresaremos con refuerzos y a por Julián y Enrique-.
-Entonces “La sombra” escapará y se saldrá con la suya- negó David, -Elisa, ve con ella-.
-No, me quedo- rechacé.
-¡Ve con ella!-.
-¡Que no! Ya se ha cargado a dos él solo- le recordé, me miró a los ojos y supo que no iba a abandonar.
Puede que si la misma situación se me presentase ahora, me lo hubiese pensado, pero en mi sangre joven corría más fácilmente la impotencia y no podía marcharme sin saber quién era.
Regresamos los dos.
Pisadas… de sangre.
Ambos levantamos las armas y empezamos a seguirlas despacio, sin avanzar hasta que con la linterna nos hubiésemos asegurado que en algún rincón se escondía.

Las pisadas nos llevaron hasta Enrique y Julián.

Atentamente,

Elena Rojas

sábado, 29 de agosto de 2015

Tribunal de Logroño. Poco antes de las brujas


Buenos días querido lector:


Como prometí, hablar un poco más de los personajes que salían en los vídeos y despistaban. Al igual que Alonso Salazar de Frías, son todos personajes reales que existieron y participaron en el caso de las brujas de Zugarramurdi.

Miremos ahora a los compañeros de “El abogado de las brujas”. Sus compañeros inquisidores, el fiscal y el secretario. Estos eran:

Alonso de Becerra Holguín: monje de cuarenta ocho años perteneciente a la orden de Alcántara. Fue admitido en dicha orden en la ciudad que lo vio nacer (Cáceres). No obstante, vivió principalmente en Alcántara y Salamanca. Su labor como inquisidor comenzó a sus cuarenta años y, exactamente el 26 de marzo de 1601, entró en el Tribunal de Logroño.

Juan de Valle  Alvarado: clérigo de cincuenta y cinco años cuando entró en el tribunal de Logroño y congenió enseguida con su colega Becerra (lo cual entonces no es de extrañar que discutieran con Salazar). Procedente de Santander, fue párroco y comisario inquisitorial. Tras esto fue secretario del obispo de Burgos durante muchos años y luego del de Valladolid (Juan Bautista de Acevedo); cuando éste ascendió a Inquisidor General en 1603, Valle le acompañó como secretario de cámara y, a la muerte de éste en 1608, se convirtió en el flamante inquisidor justo a tiempo para las brujas de Zugarramurdi.

En cuanto al fiscal, Isidoro de San Vicente, ocupó la plaza vacante que había dejado Juan Laso de la Vega. A sus veintinueve años,  se incorporó en septiembre de 1608 al tribunal. Congenió con sus dos superiores también enseguida.

Por último, el secretario Luis de Huertas y Rojas también tenía veintinueve años cuando llegó a Logroño.
De modo que, si os dais cuenta, el caso de las brujas de Zugarramurdi tuvo la extraña casualidades que se encontró en el Tribunal de Logroño a un equipo recién llegado de todas partes y que no llevaban demasiado tiempo allí. De hecho, el último en incorporarse sería Salazar el 20 de junio de 1609 (con cuarenta cinco años) ya fraguándose la impresionante historia. Rápidamente chocó con sus otros dos colegas por tener un pensamiento adelantado a su época.


¿Cómo sabemos esto? Sus continuas disputas quedaron patentes en los documentos. Al tener los tres inquisidores el mismo rango debían ponerse de acuerdo antes de actuar y sus votos debían ser unánimes. Como no lograban ponerse de acuerdo tenían que enviar continuos requerimientos a la Suprema para poder solventar las desavenencias.



Atentamente,

Elena Rojas

viernes, 28 de agosto de 2015

La sombra ignorada (11)


-¡Suéltame!- chilló ella.
-¡Suéltala!- gritamos David y yo.
-¿No es sospechoso? “La sombra” no ha aparecido, ¡seguro que en cuanto se esfume aparece!-.
-¡Lo confieso, he matado! A mi tío porque abusó de mí ¡Pero no he hecho nada más!- juró quitándoselo de encima.
-¡¿La han oído?! ¡Es ella!- se desquició Julián.
-¡Cierra el pico, drogadicto traficante!- le espeté yo, él paró, atónito.
-¡Es ella! ¡Es la que chantajea! ¡Lo sabe!- me acusó ahora a mí, levantando la pistola y apuntándome.
-¡Se lo dije yo! ¡Baja eso, histérico!- le ordenó David, poniéndose delante de mí.
-¡Tú! ¿Y cómo osaste desafiarlo? ¿Fuiste tú? ¿Por eso lo sabes?- continuó Julián, sin bajar el arma y temblándole el brazo, los ojos parecían salirse de sus órbitas.
-Baja eso, así no resolveremos nada, debemos vigilar las cámaras- propuso Enrique, intentando bajarle el brazo, Julián no se dejó.
-Haced lo que quieran, me voy- repitió Maca.
-Y yo- se apuntó Enrique, siguiéndola.
-¡DE AQUÍ NO SE VA NADIE!- ordenó Santiago, hasta ahora callado y cerrando la puerta, - si es algún presente el que me ha estado tocando los huevos estos años… no se librará- sentenció, apuntándonos a todos, nos quedamos observando su cara contraída y sus músculos tensos.
Y él se quedó observando algo en la cámara… o alguien.
-¡Maldito hijo de…!- no le oímos terminar porque salió disparado  por el pasillo. Todos nos viramos a las cámaras.
-¿Qué ha visto? ¿Alguien ve algo?- interrogó Enrique, escudriñando las pantallas.
-¡Aquí! En el laboratorio primero- descubrió David.
No se le veía la cara.
Ni falta nos hizo, salimos todos corriendo.
Alcanzamos las escaleras.
Se apagó la luz.
Maca gritó al caerse.
Santiago también vociferaba a lo lejos.
Alguien me calló encima.
¡Un disparo!
Todos caímos y rodamos por los escalones.
¡Más gritos!
¡Otro disparo!
¡El tercero sonó mucho más cerca!
Algo tibio cayó en mi cara.
-¿Todos bien?- interrogó David, incorporándose, había quedado encima de todos, encendió la luz de su linterna.
-¡No tengo mi arma! Creo que se me disparó cuando Julián tropezó conmigo- se asustó Enrique, levantándose para dejarme libre.
-¡Y una porra, capullo! Has aprovechado la ocasión- acusó Julián, rodando para quedarse boca arriba, la sangre salía de su costado. Tenía mi cara manchada con su sangre.
Me levanté sin aire, aplastada por los tres hombres. Maca se había quedado zumbada del golpe que se había dado con el escalón y de haber estado debajo de todos.
David sacó su móvil.
-No tengo cobertura-.
-Debería haberla, yo tampoco tengo- se percató Enrique.
-Intentadlo con el teléfono de las oficinas- ordené quitándome la chaqueta y apretando la herida del costado de Julián.
Si te soy sincera, no pensé en salvarle la vida de ese hombre, pues era un peligro, aún moribundo no dejaba de apuntarnos, sino que tenía que ir a la cárcel por corrupto.
-No hay línea- informó Enrique.
-“La sombra” ha llegado- anunció David.

Yacían dos muertos.
Uno, derribado en su mesa de trabajo, Santiago, con un disparo en el pecho.
El otro en el baño, cuando había intentado esconderse, Álvaro, el antiguo ayudante.
Álvaro, el ladrón.
-Deberíamos habérnoslo imaginado, ¿quién si no sabía qué pasaba aquí y quería seguir triunfando?- lamentó Maca, un poco repuesta pero aterrorizada.
Al igual que todos.
Enrique se había quedado con Julián, intentando que aguantara mientras uno de nosotros saldría a pedir ayuda.
Fuimos David, Maca y yo.
No queríamos vernos solos ante “La sombra” que ya había cumplido por dos veces sus amenazas.
Sin embargo, en nuestro interior no nos dejaba el alma tranquila la idea de que “La sombra” estuviese todo el rato a nuestro lado…
Nos acechábamos y rogábamos que no hubiese sido un error dejar a Enrique con Julián.
En aquellas circunstancias poco valía lo que hubiésemos averiguado anteriormente.
Salvo lo último que averigüé.
Nos acercamos a una puerta que daba a las escaleras de incendio.
-Cerrada, no me extrañaría encontrarlo todo cerrado- apuntó David.
Disparé contra el cristal de la puerta, se hizo añicos.
-Por la pequeña ventana cabes, Maca, ve a pedir ayuda-, ella no se lo pensó y pasó.
-Venid también- rogó, -regresaremos con refuerzos y a por Julián y Enrique-.
-Entonces “La sombra” escapará y se saldrá con la suya- negó David, -Elisa, ve con ella-.
-No, me quedo- rechacé.
-¡Ve con ella!-.
-¡Que no! Ya se ha cargado a dos él solo- le recordé, me miró a los ojos y supo que no iba a abandonar.
Puede que si la misma situación se me presentase ahora, me lo hubiese pensado, pero en mi sangre joven corría más fácilmente la impotencia y no podía marcharme sin saber quién era.
Regresamos los dos.
Pisadas… de sangre.
Ambos levantamos las armas y empezamos a seguirlas despacio, sin avanzar hasta que con la linterna nos hubiésemos asegurado que en algún rincón se escondía.

Las pisadas nos llevaron hasta Enrique y Julián.

miércoles, 5 de agosto de 2015

La sombra ignorada (10)

Buenos días querido lector


Empecemos la mañana!

-Pues yo gano más pasta- aseguró, miré el cuchitril donde vivía, sería un tacaño.
-Vámonos, no es el que buscamos, debe ser alguien que halla estudiado- me apuró David.
-Parecía encajar- me desanimé.
-Seguro que lo ha hecho para despistar, no es la primera vez que me la juega- confesó él, hastiado.

Créeme si te digo de que a pesar de que el hacker nos ayudó y en sí no hacía daño a nadie (físico) me quedó el remordimiento de dejarlo libre a pesar de que nos hubiese traído problemas al relacionarlo con David que en su día tuvo que cogerle y no hacer un trato para que lo ayudara con lo de “La sombra”.

Regresé a la mañana siguiente al trabajo de nuevo, si, cada vez que iba había algo nuevo. Muchas cosas tuvo mi primer trabajo, salvo la monotonía.
Estaban metidos en una discusión cuando llegué, se encontraban tensos, inquietos e insoportables.
Y no me extrañaba.
En todas las salas y habitaciones del edificio las luces estaban encendidas y proyectaban las palabras que estaban escritas en las bombillas y tubos fluorescentes.

“¡Coged al ladrón de mis casos! “

“¡Mi ira caerá sobre todos y se hundirán en ella!”

“¡Si me es arrebatada la gloria yo arrebataré las vidas de este edificio!”

“Nadie se queda inmune cuando se llevan lo que me pertenece!”

“¡Dejad de buscarme!”

“¡Que se realice el reportaje!”


“La sombra”

Con aquellas palabras cargadas de su odio que se leían en todas partes quería asegurarse que sus sombras nos penetraran y nos estremecieran.
Intenté apagar la luz del pasillo, no pude.
-¡Oye tú, desconecta la luz de una vez, desgraciado!- vociferó Julián y a juzgar por la cara asustada del mantenimiento no era la primera vez que se lo gritaban, lo intentaba en vano.
-Otra vez a limpiar- protestó la señora de la limpieza cuando entró.
-¡¿Y eso es lo que le preocupa?! ¡Quiere matarnos!- exclamó Maca, al borde de la histeria.
-Nadie va a morir, simplemente hay que impedir que nos vuelvan a robar los datos de nuestros casos y hacer el reportaje- intentó tranquilizar Santiago.
-Los datos que da “La sombra”, alguien los coge por la noche cuando se va y antes de nosotros llegar, van dos veces ¿y los guardias qué?- quiso saber Enrique, que ya había roto el plástico de sus guantes.
-Quizá los han sobornado, pero no hay tiempo de averiguarlo, mañana mismo vienen a hacer el reportaje, así que esta noche vendremos a montar nosotros mimos la guardia y hoy a dejar todo esto decente y seguir con los casos que nos estamos retrasando- ordenó el director.
-No puedes estar ahí tan tranquilo, dice que nos va a matar si no le paramos la pata al listo que viene por la noche- insistió Julián fumando como una locomotora.
-Puede referirse a que saque la luz lo que tengamos cada uno… depende que oculte cada uno…- determinó Santiago, dirigiéndose a su despacho, subiendo a una silla y rompiendo el tubo fluorescente para no tener sobre su cabeza las amenazas de “La sombra”.

¿Recuerdas lo que te empecé a contar?
Te lo voy a terminar de relatar.

Parecía a simple vista una noche más en que el centro de investigación se vacía y sólo queda los guardias de vigilancia.
Pero aquella no era una noche.
Era la noche.
Ahí estábamos el equipo entero, delante del edificio, esperando entrar tan pronto como los vigilantes se marcharan tras orden de Santiago, en que les daba una larga explicación basado en ninguna verdad.
Todos llevábamos debajo de las chaquetas nuestra pistola correspondiente, esposas y una linterna. Si, fuimos armados y aún así seguíamos nerviosos y con el miedo en el cuerpo.
“La sombra” era una persona, nosotros éramos seis (David también vino, lo lógico hubiese sido que a los demás les extrañara y se mostraran reacios, pero la verdad es que incluso se alegraron porque si “La sombra” arremetiese contra alguno, David era un buen candidato por desobediencia) y seguíamos teniendo miedo.
Entramos en el edificio, lo primero que hicimos fue comprobar las cámaras y las luces, ambas cosas funcionaban, “La sombra” aún no había llegado.
Todos, instintivamente sacamos las pistolas.
-¿Y qué hacemos cuando nos lo encontremos, matarlo? ¿Cómo justificamos luego la muerte, quién nos va a creer?- empezó Maca, nerviosa, dando vueltas en la habitación de las cámaras.
-Pues en defensa propia, no pienso dejar que me mate- contestó Julián, que ahora eso no le preocupaba.
-Puede no venir- sugirió Enrique, deseándolo.
-Vendrá, quiere que se haga ese reportaje y no tiene nada suyo expuesto, se quiere dar a conocer- estimó David, pendiente de las cámaras, sobretodo en las que se veía las entradas y salidas.
-Cada vez que lo hemos esperado no viene, a lo mejor…- insistió el forense.
-¡Deja de decir sandeces! Vendrá- le espetó Julián.
-¿Y por qué ahora darse a conocer?- preguntó Maca.
-Pregúntaselo cuando lo veas- ironizó Enrique, molesto por la conversación.
-Espero haberle pegado un tiro antes-, Maca no soportó el comentario de Julián, enfundó la pistola y abrió la puerta.
-¡¿Adónde vas?!- bramó Julián.
-No aguanto esto ni tengo por qué, renuncio- anunció, decidida al fin.

-¡De eso nada!- gritó él, cogiéndola por el brazo.

martes, 4 de agosto de 2015

Cabrera Pinto


Buenos dís querido lector:


Dejo aquí el ultimo vídeo sobre el emblemático y único Cabrera Pinto. Aquí en las islas tenemos joyas únicas y por desgracia muchas veces desconocidas

Atentamente,

Elena Rojas

La sombra ignorada (9)

Buenas dias querido lector:


La siguiente entrega, perdon por el retraso, pero he visto que el aviso de alerta seguía operativo.

Vamos allá:

-Entonces ¿vamos a la dirección que tienes del último candidato?- propuse al ver que habíamos terminado.
-Si, antes de que salten las chispas podría acercarnos a la identidad de “La sombra”- afirmó cogiendo su chaqueta.

Te ahorraré el largo rato que nos llevó encontrar la dirección, nos equivocamos un par de veces ya que parábamos delante de una pequeña residencia de la tercera edad y pensábamos que no porque el tal Ricardo no tenía edad todavía para unirse.
-Tengo que haber cogido mal la dirección, Ricardo tiene cincuenta años, no creo que tan mal esté para ya estar ingresado en una residencia- insistió él al ver que me bajaba.
-Nada cuesta preguntar- opiné yo antes de cerrar la puerta del coche y entrar.
Al poco salí para indicarle que entrara.
-Creo que tendremos que ampliar la búsqueda a otras regiones- se resignó David, descorazonado cuando vio a Ricardo postrado en una cama y en coma.
-Hola queridos, mira Ricardo, esta pareja ha venido a visitarte- nos saludó la enfermera y siguió hablando con el hombre mientras le ponía unas flores modestas.
Por alguna extraña razón ni David ni yo le corregimos en lo referente a la pareja.
-No, hoy no ha venido tu sobrino pero seguro que viene mañana, como todos los miércoles- siguió ella.
-¿Sobrino? ¿Podríamos hablar con él?- preguntó inmediatamente David.
-¿Podría hablarnos de él y su sobrino?- añadí yo.
Hubiese sido perfectamente normal que se extrañara y nos interrogara, pero se le veía que era un pedazo de pan y un tanto ingenua.
-Ricardo, el pobrecito, me lo trajo su sobrino, en los hospitales públicos no podía estar, necesitan la cama que ocuparía y no podía permitirse uno privado, así que  pidió si se podía dejarlo aquí aunque esto sea una residencia humilde. Se lo permitieron porque pagaba  y además… no molesta demasiado, a veces mueve las manos y…-.
-¿Y su sobrino?- le cortó David, sonriendo para no ser descortés.
-Ah, un joven muy majo, viene a verlo los miércoles…-.
-Mañana- susurré.
-Está muy unido, no es que sea cotilla, es que voy a correr las cortinas o a cambiar las sábanas…-.
-Si se le ve muy bien atendido, yo diría que incluso parece contento- apoyé yo.
-Cierto, entonces a veces le oigo y me llama la atención de que en vez de tío le llama mentor, se le ve que lo quiere mucho y… ¡miren! Ahí está, esta vez se adelantó-.
Nos volvimos inmediatamente.
No vimos a nadie.
-Perdonen, mi vista ya no es lo que era, será que hablando de él…- se excusó la enfermera.
-No se preocupe, gracias por todo- me despedí, ya que David había salido disparado a buscar.
-No le engañó la vista, era él y si se dio la vuelta fue porque nos reconoció, se ha adelantado porque se están revolviendo las cosas y algo trama, mañana no vendrá- aseguró David cuando lo alcancé.
-Si es así dejará muestras de su enfado al ver que nos hemos acercado mucho. Además piénsalo ¿seguirá así el resto de su vida, en el anonimato? Quiere ser grande…- empecé a insinuar.
David paró, no se le había ocurrido.
-Y tú mencionaste el reportaje… excelente ocasión y más si pronto le descubrimos- continué.
Me cogió de la mano y echó casi a correr al coche, encendió el motor y salió.
-¿No sería mejor intentar coger al sobrino?- opiné viendo que se alejaba a gran velocidad.
-Sería perder el tiempo, no va a dejar que lo cojamos, debe conocer la residencia muy bien y nosotros no- negó, estaba nervioso.
-Puede que incluso sea él quien dio la orden de arresto para el vecino- se me ocurrió.
-Si así fuera no te daría las gracias, se ve que creyó que fuiste tú y montará en cólera cuando se entere. Además “La sombra”, con ese nombre, es como que no quiere que se le reconozca, una sombra es oscura, ambigua y está detrás de las personas… nunca es como ellas- razonó, confuso.
-Puede darse a conocer y no identificarse- argumenté, aceptó esa posibilidad.
-¿Por qué? ¿Por qué ahora y no desde el principio?- formuló la cuestión para sí mismo.
-El verdadero interrogante es quién es ese sobrino, hay que averiguar sobre él antes de que “La sombra” pueda borrar rastros- apunté yo.
-Por eso vamos a casa de un amigo-.

Resulta que ese amigo (que no era tan favorecido como David) era hacker.
 -David… si le pillan… es ilegal- susurré, inquieta.
-Ah, que nuestra investigación lo es- me recordó.
-¿Tu amiga no será poli? Por la jeta es capaz que me arresta- desconfió él.
-No, si encuentras lo que buscamos- desafié.
-Entonces no corre peligro, nombre del tipo- pidió.
-¿Te vale el del tío?- le preguntó David.
-Ah, poniéndome a prueba, escupe- asintió.
-Ricardo Montoya Hernández-.
-Fue un poli científico- anunció.
-Lo sabemos- comenté, me miró mosqueado.
-Ahora está en coma en la residencia…-.
-Lo sabemos- le volví a interrumpir.
-¿Entonces a qué has venido a preguntarme? Tu amiga es una enterada- opinó dirigiéndose a David.
-Sigue así y seré yo quien te arreste, sobrino, concéntrate- le exigió David. Se volvió al ordenador.
-Oye nena, ¿no me arrestarás si no encuentro nada? La voluntad cuenta- valoró al ver que la información había sido ocultada.
-Venga hombre, algo tendrás si no ¿cómo te las ingeniaste para dejar sin electricidad a medio Madrid hace tres años?- pinché yo.
-David, no vuelvas a traer a amigas y yo no sé nada de eso- rehuyó intentado conseguir los datos.
-Aquí, tengo algo… es un pardillo, se llama Juan Manolo y ha trabajado de todo: camarero, repartidor, frega-platos, obrero…solterito y ya cuarentón. ¿Y este causa problemas?- lo dijo con desprecio.

-Eh, más honrado que lo tuyo es- objeté.

Atentamente,

Elena Rojas

lunes, 3 de agosto de 2015

CabreraPinto





Buenos días querido lector:



Lo prometido, El Antiguo Instituto Cabrera Pinto, no digo nada de él, solo vedlo!



Atentamente,



Elena Rojas

domingo, 2 de agosto de 2015


Buenas noches lector


¡Mañana tenemos material nuevo muy interesante!

Faltaría más, seguiremos con la Sombra Ignorada

Y estrenaremos nuevo vídeo donde verás más detalladamente que es ese lugar enigmático que ha sido tantas cosas, ha sobrevivido a todo y contuvo los restos de los Salazar y Frías, con fotos que normalmente no se ven fácilmente de lugares que hoy en día no se puede pasar a ver en el actual museo

Atentamente,

Elena Rojas



Adelanto y vídeos


Buenas tardes,

Dejo aquí un recopilatorio de los vídeos, para quién desee verlo los tres junto del relato ¿Por qué yo? ¿Por qué Salazar? Así como los primeros de "El abogado de las brujas", la "Vida de Salazar" y "Héroes españoles"


El próximo vídeo seguirá completando quién es Salazar y yo, haciendo homenaje a un lugar emblemático, histórico, una joya, con muchos tesoros encerrados

¿Cuántos lugares han sido convento agustino, primera universidad, primer instituto y llega a nuestros días como instituto y museo y siglos después hallan cripta secreta con 5 personajes enterrados? Pertenece a la historia de mi tierra y es raro quién o haya estudiado en él, dado que fue el único centro de estudio en su momento y permitió que salieran las primeras generaciones de graduados y catedráticos aquí.

Ha sobrevivido a cinco siglos, al incendio, al abandono, al paso de la historia, a estar cerrado y abierto.

Solo hay uno


Pero como no olvido lo prometido recuerdo que veremos con detalle la historia de la Francesita, los inquisidores Becerra y Valle, la Niña Buena y Catalina de Lizardi

¡y como no, si alguien desea algo en especial no dude en decírmelo!
Atentamente,

Elena Rojas

La sombra ignorada (9)

Buenos días querido lector:

Recuperando la normalidad, volvemos a publicar de forma regular (esperemos) empezamos con nueva entrega del relato. Espero que te esté gustando, mientras sigo escribiendo los nuevos artículos y creando el nuevo vídeo que ando en él:


-¿Debería persistir en que quiero hablar con él?-.
-Si, a mí no se me había ocurrido, eso es nuevo para “La sombra”, puede que no te halla contestado porque prefiere antes preparar algo- aventuró, -y…-.
Entré en uno de los cuartitos donde estaban las tazas de váter y cerré la puerta.
Por poco no tiro el móvil.

“Arresta al vecino ya”

Salí y comprobé todas las puertas, en todas estaba escrito para asegurarse que lo leyera.
-Se me ocurre un modo de contactar con él- le dije a David antes de colgar.

Llegué a casa de David pálida, al ver mi cara se asustó.
-Cualquiera diría que has visto un muerto- opinó a modo de saludo e invitándome a pasar.
-¿Recuerdas cuanto te dije que se me había ocurrido una manera de contactar con él?- le recordé.
-Si ¿qué lío has montado?- se figuró.
-Le dejé una nota de que arrestaría el vecino si contactaba conmigo ayer ¿Sabes qué respondió?-.
-Seguramente se habrá enfadado por no ser quien ordena- supuso.
-Dejó escrito: “No olvides quien manda, si el caso no se da por resuelto mañana todo el mundo sabrá qué hiciste”- le revelé.
-Teniendo en cuenta que según tú no has hecho nada, no es tan grave- consideró, pensando un instante.
-David, lo dejó escrito por mi mesa, en el ordenador, en el suelo, en los cristales, en la puerta… todo lo que rodea a mi zona de trabajo y casi no se ve de qué color es el suelo- aclaré.
-Y entonces ha entrado Santi en escena para echarte el alegato y amenazándote- supo David por propia experiencia.
-Y Julián, y Maca y Enrique… a todos le dejó un mensaje de que me controlaran, al forense se lo dejó en el vientre de un difunto- seguí, tapándome la cara con las manos.
A pesar de que no le veía sentía su mirada sobre mí.
-Por cierto, de Enrique no me comentaste nada- desvié yo, para poder levantar cabeza.
-Ah, si, le chantajeaba con demostrar que es alcohólico, pero con olerle aliento cuando estás cerca tienes- se dio cuenta. –No es que te vaya a consolar…- empezó sentándose a mi lado y dándome una palmadita en la espalda, -pero conozco el paradero de José Antonio- anunció.
-¿Y que tienes?- me interesé rápidamente.
-Pues un fiambre, lo vi en las noticias este mediodía, murió en un accidente de tráfico en cadena- contestó. –Y eso significa que nos queda uno-.
-¿Y lo de tu amigo el periodista?-recordé.
-Cuando me llamaste ayer contándome lo que pasó le pedí que lo dejara, no seré o quien le enfade más para que lo pagues tú-.
-¿Entonces qué hago con nuestro caso?- le pregunté, que no podía quitármelo de la cabeza. Me miró con pena porque sabía la decisión que tomaría.
-Voy a estar a tu lado-.

En mi siguiente jornada de trabajo entré con miedo y evitando a todos.
Esto te lo confieso ahora, si hubiera sido en esa época me quemaba las manos jurándote que entré decidida a plantarles cara.
No pude sortear al jefe.
-Ya sé lo que me va a decir y quisiera…- empecé a intentar suavizar el asunto.
-No hace falta, Elisa, si es que no debería haberte juntado con David, que era una mala influencia. Menos mal que has recapacitado- le quitó importancia y sin más se fue dejándome con las palabras en la boca.
Me dirigí a mi mesa, donde el piso todavía tenía rastro de las palabras de “La sombra” a pesar de intentar limpiarlo Doña Mercedes.
-Me alegro que halla cambiado de opinión porque esto no sale- me comentó dándose por vencida.
-Elisa, a partir de ahora trabajas conmigo ¿puedes ir a comprobar que esta sangre se corresponde con esta otra?- me preguntó Maca entregándome las dos pruebas. –Cuando lo tengas avísame y te cuento del caso, voy a interrogar a un par de personas-añadió antes de marcharse.
Me quedé allí, mirando las dos pruebas como una tonta, confusa.
-Se ve que le cae bien- opinó el de mantenimiento, dándole a doña Mercedes un producto fuerte para ver si salían las marcas del piso.
Bajé la cabeza para observar lo que había mirado.

“Gracias”       y al lado una rosa amarilla.

-Pero si no he hecho nada- exclamé, estupefacta, al oírlo el de mantenimiento y la señora de la limpieza huyeron despavoridos, viendo acercarse la tormenta.
-¡¿Cómo que no has hecho nada?!- me espetó Julián, que pasaba en ese momento, -¿y quién mandó a arrestar al enfermo mental que asegura haber salvado al amigo?- me interrogó.
Me encogí de hombros y salí con las dos muestras de sangre para analizarlas y escabullirme.
-¡Santiago! ¡No fue ella!- gritó Julián.
Chivato, ese es la única palabra que se me pasó por la cabeza y deseaba escribírsela en la frente.
El director salió de su despacho, lívido.

-Ya me extrañaba a mí cuando lo vi en las noticias de la noche- confesó David, mientras almorzábamos un bocadillo en una cafetería. -¿Entonces no fue nadie del centro?- había formulado la pregunta por cuarta vez.
-Que no, hemos estado la mañana en eso, la orden de arresto no salió del centro, fue ajena a nosotros. Alguien anduvo por cuenta propia sobre el caso. La cosa es ¿quién?- los dos nos quedamos pensativos, no se nos ocurría nada.
-Vamos, que se está descontrolando todo cuando falta poco para el reportaje- concluyó David.
-¿Reportaje?- me extrañé.
-¿No te lo han dicho? Se nota que están agobiados, unos periodistas le pidieron permiso a Santiago para hacer un reportaje acerca de las instalaciones y como se trabaja, va sobretodo dirigido a los estudiantes para que vean a lo que se van a enfrentar en un futuro- me explicó.
-A lo mejor ha sido anulado- sugerí.

-No, ahora debe dar muchas explicaciones dado la reputación del centro, si lo anula demostraría que las cosas van mal- rechazó.

Atentamente,

Elena Rojas