Recuperando la normalidad, volvemos a publicar de forma regular (esperemos) empezamos con nueva entrega del relato. Espero que te esté gustando, mientras sigo escribiendo los nuevos artículos y creando el nuevo vídeo que ando en él:
-¿Debería
persistir en que quiero hablar con él?-.
-Si,
a mí no se me había ocurrido, eso es nuevo para “La sombra”, puede que no te
halla contestado porque prefiere antes preparar algo- aventuró, -y…-.
Entré
en uno de los cuartitos donde estaban las tazas de váter y cerré la puerta.
Por
poco no tiro el móvil.
“Arresta al vecino ya”
Salí
y comprobé todas las puertas, en todas estaba escrito para asegurarse que lo
leyera.
-Se
me ocurre un modo de contactar con él- le dije a David antes de colgar.
Llegué
a casa de David pálida, al ver mi cara se asustó.
-Cualquiera
diría que has visto un muerto- opinó a modo de saludo e invitándome a pasar.
-¿Recuerdas
cuanto te dije que se me había ocurrido una manera de contactar con él?- le
recordé.
-Si
¿qué lío has montado?- se figuró.
-Le
dejé una nota de que arrestaría el vecino si contactaba conmigo ayer ¿Sabes qué
respondió?-.
-Seguramente
se habrá enfadado por no ser quien ordena- supuso.
-Dejó
escrito: “No olvides quien manda, si el caso no se da por resuelto mañana todo
el mundo sabrá qué hiciste”- le revelé.
-Teniendo
en cuenta que según tú no has hecho nada, no es tan grave- consideró, pensando
un instante.
-David,
lo dejó escrito por mi mesa, en el ordenador, en el suelo, en los cristales, en
la puerta… todo lo que rodea a mi zona de trabajo y casi no se ve de qué color
es el suelo- aclaré.
-Y
entonces ha entrado Santi en escena para echarte el alegato y amenazándote-
supo David por propia experiencia.
-Y
Julián, y Maca y Enrique… a todos le dejó un mensaje de que me controlaran, al
forense se lo dejó en el vientre de un difunto- seguí, tapándome la cara con
las manos.
A
pesar de que no le veía sentía su mirada sobre mí.
-Por
cierto, de Enrique no me comentaste nada- desvié yo, para poder levantar
cabeza.
-Ah,
si, le chantajeaba con demostrar que es alcohólico, pero con olerle aliento
cuando estás cerca tienes- se dio cuenta. –No es que te vaya a consolar…-
empezó sentándose a mi lado y dándome una palmadita en la espalda, -pero
conozco el paradero de José Antonio- anunció.
-¿Y
que tienes?- me interesé rápidamente.
-Pues
un fiambre, lo vi en las noticias este mediodía, murió en un accidente de
tráfico en cadena- contestó. –Y eso significa que nos queda uno-.
-¿Y
lo de tu amigo el periodista?-recordé.
-Cuando
me llamaste ayer contándome lo que pasó le pedí que lo dejara, no seré o quien
le enfade más para que lo pagues tú-.
-¿Entonces
qué hago con nuestro caso?- le pregunté, que no podía quitármelo de la cabeza.
Me miró con pena porque sabía la decisión que tomaría.
-Voy
a estar a tu lado-.
En
mi siguiente jornada de trabajo entré con miedo y evitando a todos.
Esto
te lo confieso ahora, si hubiera sido en esa época me quemaba las manos
jurándote que entré decidida a plantarles cara.
No
pude sortear al jefe.
-Ya
sé lo que me va a decir y quisiera…- empecé a intentar suavizar el asunto.
-No
hace falta, Elisa, si es que no debería haberte juntado con David, que era una
mala influencia. Menos mal que has recapacitado- le quitó importancia y sin más
se fue dejándome con las palabras en la boca.
Me
dirigí a mi mesa, donde el piso todavía tenía rastro de las palabras de “La
sombra” a pesar de intentar limpiarlo Doña Mercedes.
-Me
alegro que halla cambiado de opinión porque esto no sale- me comentó dándose
por vencida.
-Elisa,
a partir de ahora trabajas conmigo ¿puedes ir a comprobar que esta sangre se
corresponde con esta otra?- me preguntó Maca entregándome las dos pruebas.
–Cuando lo tengas avísame y te cuento del caso, voy a interrogar a un par de
personas-añadió antes de marcharse.
Me
quedé allí, mirando las dos pruebas como una tonta, confusa.
-Se
ve que le cae bien- opinó el de mantenimiento, dándole a doña Mercedes un
producto fuerte para ver si salían las marcas del piso.
Bajé
la cabeza para observar lo que había mirado.
“Gracias”
y al lado una rosa amarilla.
-Pero
si no he hecho nada- exclamé, estupefacta, al oírlo el de mantenimiento y la
señora de la limpieza huyeron despavoridos, viendo acercarse la tormenta.
-¡¿Cómo
que no has hecho nada?!- me espetó Julián, que pasaba en ese momento, -¿y quién
mandó a arrestar al enfermo mental que asegura haber salvado al amigo?- me
interrogó.
Me
encogí de hombros y salí con las dos muestras de sangre para analizarlas y
escabullirme.
-¡Santiago!
¡No fue ella!- gritó Julián.
Chivato,
ese es la única palabra que se me pasó por la cabeza y deseaba escribírsela en
la frente.
El
director salió de su despacho, lívido.
-Ya
me extrañaba a mí cuando lo vi en las noticias de la noche- confesó David,
mientras almorzábamos un bocadillo en una cafetería. -¿Entonces no fue nadie
del centro?- había formulado la pregunta por cuarta vez.
-Que
no, hemos estado la mañana en eso, la orden de arresto no salió del centro, fue
ajena a nosotros. Alguien anduvo por cuenta propia sobre el caso. La cosa es
¿quién?- los dos nos quedamos pensativos, no se nos ocurría nada.
-Vamos,
que se está descontrolando todo cuando falta poco para el reportaje- concluyó
David.
-¿Reportaje?-
me extrañé.
-¿No
te lo han dicho? Se nota que están agobiados, unos periodistas le pidieron
permiso a Santiago para hacer un reportaje acerca de las instalaciones y como
se trabaja, va sobretodo dirigido a los estudiantes para que vean a lo que se
van a enfrentar en un futuro- me explicó.
-A
lo mejor ha sido anulado- sugerí.
-No,
ahora debe dar muchas explicaciones dado la reputación del centro, si lo anula
demostraría que las cosas van mal- rechazó.
Atentamente,
Elena Rojas
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