Buenas dias querido lector:
La siguiente entrega, perdon por el retraso, pero he visto que el aviso de alerta seguía operativo.
Vamos allá:
-Entonces
¿vamos a la dirección que tienes del último candidato?- propuse al ver que habíamos
terminado.
-Si,
antes de que salten las chispas podría acercarnos a la identidad de “La sombra”-
afirmó cogiendo su chaqueta.
Te
ahorraré el largo rato que nos llevó encontrar la dirección, nos equivocamos un
par de veces ya que parábamos delante de una pequeña residencia de la tercera
edad y pensábamos que no porque el tal Ricardo no tenía edad todavía para
unirse.
-Tengo
que haber cogido mal la dirección, Ricardo tiene cincuenta años, no creo que
tan mal esté para ya estar ingresado en una residencia- insistió él al ver que
me bajaba.
-Nada
cuesta preguntar- opiné yo antes de cerrar la puerta del coche y entrar.
Al
poco salí para indicarle que entrara.
-Creo
que tendremos que ampliar la búsqueda a otras regiones- se resignó David,
descorazonado cuando vio a Ricardo postrado en una cama y en coma.
-Hola
queridos, mira Ricardo, esta pareja ha venido a visitarte- nos saludó la
enfermera y siguió hablando con el hombre mientras le ponía unas flores
modestas.
Por
alguna extraña razón ni David ni yo le corregimos en lo referente a la pareja.
-No,
hoy no ha venido tu sobrino pero seguro que viene mañana, como todos los
miércoles- siguió ella.
-¿Sobrino?
¿Podríamos hablar con él?- preguntó inmediatamente David.
-¿Podría
hablarnos de él y su sobrino?- añadí yo.
Hubiese
sido perfectamente normal que se extrañara y nos interrogara, pero se le veía
que era un pedazo de pan y un tanto ingenua.
-Ricardo,
el pobrecito, me lo trajo su sobrino, en los hospitales públicos no podía
estar, necesitan la cama que ocuparía y no podía permitirse uno privado, así
que pidió si se podía dejarlo aquí
aunque esto sea una residencia humilde. Se lo permitieron porque pagaba y además… no molesta demasiado, a veces mueve
las manos y…-.
-¿Y
su sobrino?- le cortó David, sonriendo para no ser descortés.
-Ah,
un joven muy majo, viene a verlo los miércoles…-.
-Mañana-
susurré.
-Está
muy unido, no es que sea cotilla, es que voy a correr las cortinas o a cambiar
las sábanas…-.
-Si
se le ve muy bien atendido, yo diría que incluso parece contento- apoyé yo.
-Cierto,
entonces a veces le oigo y me llama la atención de que en vez de tío le llama
mentor, se le ve que lo quiere mucho y… ¡miren! Ahí está, esta vez se
adelantó-.
Nos
volvimos inmediatamente.
No
vimos a nadie.
-Perdonen,
mi vista ya no es lo que era, será que hablando de él…- se excusó la enfermera.
-No
se preocupe, gracias por todo- me despedí, ya que David había salido disparado
a buscar.
-No
le engañó la vista, era él y si se dio la vuelta fue porque nos reconoció, se
ha adelantado porque se están revolviendo las cosas y algo trama, mañana no
vendrá- aseguró David cuando lo alcancé.
-Si
es así dejará muestras de su enfado al ver que nos hemos acercado mucho. Además
piénsalo ¿seguirá así el resto de su vida, en el anonimato? Quiere ser grande…-
empecé a insinuar.
David
paró, no se le había ocurrido.
-Y
tú mencionaste el reportaje… excelente ocasión y más si pronto le descubrimos-
continué.
Me
cogió de la mano y echó casi a correr al coche, encendió el motor y salió.
-¿No
sería mejor intentar coger al sobrino?- opiné viendo que se alejaba a gran
velocidad.
-Sería
perder el tiempo, no va a dejar que lo cojamos, debe conocer la residencia muy
bien y nosotros no- negó, estaba nervioso.
-Puede
que incluso sea él quien dio la orden de arresto para el vecino- se me ocurrió.
-Si
así fuera no te daría las gracias, se ve que creyó que fuiste tú y montará en
cólera cuando se entere. Además “La sombra”, con ese nombre, es como que no
quiere que se le reconozca, una sombra es oscura, ambigua y está detrás de las
personas… nunca es como ellas- razonó, confuso.
-Puede
darse a conocer y no identificarse- argumenté, aceptó esa posibilidad.
-¿Por
qué? ¿Por qué ahora y no desde el principio?- formuló la cuestión para sí
mismo.
-El
verdadero interrogante es quién es ese sobrino, hay que averiguar sobre él
antes de que “La sombra” pueda borrar rastros- apunté yo.
-Por
eso vamos a casa de un amigo-.
Resulta
que ese amigo (que no era tan favorecido como David) era hacker.
-David… si le pillan… es ilegal- susurré,
inquieta.
-Ah,
que nuestra investigación lo es- me recordó.
-¿Tu
amiga no será poli? Por la jeta es capaz que me arresta- desconfió él.
-No,
si encuentras lo que buscamos- desafié.
-Entonces
no corre peligro, nombre del tipo- pidió.
-¿Te
vale el del tío?- le preguntó David.
-Ah,
poniéndome a prueba, escupe- asintió.
-Ricardo
Montoya Hernández-.
-Fue
un poli científico- anunció.
-Lo
sabemos- comenté, me miró mosqueado.
-Ahora
está en coma en la residencia…-.
-Lo
sabemos- le volví a interrumpir.
-¿Entonces
a qué has venido a preguntarme? Tu amiga es una enterada- opinó dirigiéndose a
David.
-Sigue
así y seré yo quien te arreste, sobrino, concéntrate- le exigió David. Se
volvió al ordenador.
-Oye
nena, ¿no me arrestarás si no encuentro nada? La voluntad cuenta- valoró al ver
que la información había sido ocultada.
-Venga
hombre, algo tendrás si no ¿cómo te las ingeniaste para dejar sin electricidad
a medio Madrid hace tres años?- pinché yo.
-David,
no vuelvas a traer a amigas y yo no sé nada de eso- rehuyó intentado conseguir
los datos.
-Aquí,
tengo algo… es un pardillo, se llama Juan Manolo y ha trabajado de todo:
camarero, repartidor, frega-platos, obrero…solterito y ya cuarentón. ¿Y este
causa problemas?- lo dijo con desprecio.
-Eh,
más honrado que lo tuyo es- objeté.
Atentamente,
Elena Rojas
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